Seguimos contando, ya lo habíamos hecho antes en este cuento. Esta vez hay una sorpresa al final.
Contar era fácil
Contar era fácil, detenerse no.
Todo había empezado de forma muy sutil. Solo había hecho lo que le pedían: sumar, restar, dividir, multiplicar. Los mismos números una y otra vez, por todos lados, repitiéndose incesantemente como una plaga.
Y ella los sumaba, los restaba, los cambiaba de un lugar a otro, pero nunca dejaban de aparecer. Cada vez que llegaba a cero, otro número surgía frente a ella: una dirección, un teléfono, un talle de ropa… números, números, números.
Se resignó a seguir contando, hasta que pudiera dar el paso siguiente.
Inmóvil en su habitación, todavía lo sigue haciendo.
¿Y si lo escuchamos?
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