Así que, con tanto contorsionismo, ya se nos ha escurrido un par de veces de la hamaca y durante muchos ratos en el día le dejo sentado en el sofá, donde tiene más espacio para maniobrar. Ahí aprovecha para inclinarse hacia delante y quedarse sentado, apoyado en los puños, como los gorilas. Aunque la postura le dura poco y acaba cayéndose de lado o de boca, algo que le encanta, a juzgar por sus grititos y sonrisas.
También le encanta que le cojamos de las manitas y le ayudemos a quedarse completamente sentado, está empezando a soltar carcajadas cuando le hacemos este juego.
En la silla de paseo hace prácticamente lo mismo y ha comenzado a arquear la espalda de una manera un tanto peligrosa. Así que me temo que en la silla también tendré que ponerle ya pronto los cinturones de seguridad que trae. Me da pena tenerle tan atado, pero estamos llegando ya a esa fase en la que no te puedes fiar ni un segundo de sus intenciones.