No siempre una imagen vale más que mil palabras. La imagen de las manifestaciones de ayer contra los recortes y contra la brutalidad policial que se gasta la autoridad competente, sólo capaz de imponerse a golpes, es la de una Grecia en ciernes, ardiente y desesperada. Una sociedad a las puertas del abismo que todavía está a tiempo de ser reprimida. Y no. No era eso. No fue así, aunque nos lo quieran hacer creer. Decenas de miles de estudiantes se manifestaron de forma pacífica reclamando justicia y derechos. Pero la imagen y el sonido que queda como un eco de lo que sucedió es el de coches y contenedores ardiendo, escaparates rotos, intentos de saqueo, el corte de voz de una joven a la que le habían quemado el coche en el centro de Barcelona repetida a cada batería de titulares (debo decir que yo en su lugar habría sonado histérica).