Contra el trabajo sexual

Publicado el 30 marzo 2015 por Hugo
pero a favor de la trabajadora 
Puede parecer de cajón, pero hace falta decirlo. Una cosa es dejar de lanzar el desprecio hacia mujeres que lo que hacen es sobrevivir como buenamente pueden, eligiendo prostituirse antes que realizando otros trabajos que consideran peores, por menos remunerados así como peores condiciones, menor flexibilidad de horarios, movilidad, autonomía, etcétera. Y otra cosa es apoyar la Prostitución, una de las principales instituciones en las que se fundamenta la desigualdad de género. (...) Desestigmatizar a la puta está bien. Conseguir que se deje de considerar que son inmorales y que “antes se trabaja de cualquier otra cosa que de prostituta”, es un gran paso que hacía falta y que ese feminismo puritano no iba nunca a realizar. Las prostitutas pueden ser mis hermanas. Más importante aún, interlocutoras válidas ante su propia situación y tan capaces de razonamiento y madurez mental como cualquiera, faltaría más. Pero la prostitución es una institución que apuntala el patriarcado y que tiene que acabar; y los puteros resumidamente se aprovechan de la desigualdad para reafirmar su masculinidad con los cuerpos de las mujeres. (...) Así como millones de personas se ven forzadas a vender su Fuerza de Trabajo por un salario y esto genera relaciones desiguales de clase, el hecho de que los hombres se atribuyan el derecho a disfrutar de los cuerpos de las mujeres, a comprarlos, coloca a las mujeres como género en una situación de inferioridad para establecer un contrato en términos de igualdad. (...) Virgine dice que no encuentra la diferencia entre trabajo asalariado y la prostitución. Pues es muy sencillo: el trabajo asalariado mantiene el orden de clase (que por cierto, tampoco damos por sentado, sino que pretendemos destruir), mientras que el de prostitución, además, mantiene el orden de género.
Elena Villarreal, 2014.
Ofrecer sexo a cambio de dinero. Pero no sólo es sexo, es un tipo concreto de sexo: sexo genital, penetración genital masculina o lo que el cliente desee, mientras pague por ello. Ningún hombre pagaría sólo por intercambiar unas caricias, aunque existe el mito de que el cliente muchas veces paga a la prostituta simplemente por hablar. A pesar de que la prostituta haya inspirado tantos textos o películas memorables, muy pocos de los creadores que le han dado vida en la ficción hubieran alentado a una hija suya a hacerse prostituta en la vida real. Pasa como con la muerte: es algo que siempre le pasa a los demás. (…) Hablamos de pagar por el uso del cuerpo de una mujer –o un hombre, ya que cada vez más hay prostitución masculina, mucho menos conocida- a la que, si lo desea, el cliente puede humillar con su desprecio. Ninguna otra transacción comercial descansa en el menosprecio tácito o explícito de quien nos dispensa un servicio que nosotros solicitamos. Ningún otro intercambio comercial implica el dominio y la supremacía del cliente sobre el cuerpo de quien ofrece el servicio. La única comparación posible era la esclavitud. El cuerpo del esclavo o esclava pertenecía a su propietario y podía hacer con él lo que quisiera, desde venderlo a infringirle castigos y por supuesto acceder carnalmente si lo deseaba. (...) No hablamos de dignidad o indignidad. Las prostitutas son tan dignas como cualquier otra persona, eso debe quedar claro y quiero que así conste. 
Juana Gallego, 2010,Eva devuelve la costilla, págs. 156-159.