Contra franco viviamos igual

Publicado el 20 abril 2013 por Torrens

En la nota titulada MIRA QUIEN MANDA, del 13 de este mes dije que con la Ley Hipotecaria el PP aplicaría el principio del Gatopardo “Que todo cambie para que todo siga igual”. Me equivoqué, no han hecho ni eso, el resultado ha sido “Que nada cambie para que los bancos estén absolutamente seguros de que todo sigue igual”. Ya todos sabemos quién manda en este país con independencia del gobierno que lo administre, pero creo que podían haber disimulado un poco incluyendo en la nueva Ley alguna propuesta de las poco importantes de la Iniciativa Legislativa Popular. No porque se vaya a engañar a nadie sobre la identidad de los que en realidad mandan en España, sino por guardar mínimamente las formas.

Realmente, desde la muerte de Franco las cosas han mejorado mucho. Ahora los ciudadanos indignados pueden manifestarse en las principales plazas del país sin que les muelan a palos, se proponen iniciativas legislativas populares con más de un millón y medio de firmas, sin que los firmantes ingresen en las listas negras del régimen, gracias a las encuestas que se realizan en total libertad sabemos que en algunos temas básicos las opiniones ciudadanas son muy mayoritarias, etc. Con Franco había tribunales especiales como el de orden público a la orden del jefe y hoy hay altos tribunales a la orden de los dos grandes partidos. En la época de Franco la Oligarquía hacia lo que le daba la gana, y hoy, cuando han transcurrido casi 40 años de este simulacro de Democracia con Constitución fija e inamovible pero flexible según a qué se aplique, la Oligarquía hace lo que le da la gana y abusa de la ciudadanía sin que a nadie de ningún gobierno ni le pase por la cabeza pararles los pies. Está claro que este país ha mejorado tremendamente.

Esta semana un miembro del gobierno ha hecho algo que me ha gustado, y mucho. El Ministro de Exteriores Sr. García Margallo despidió de manera fulminante al cónsul español en Boston porque el día del ataque terrorista a la maratón cerró el consulado a la hora establecida sin preocuparse por los ciudadanos españoles que podían haber sido afectados por las explosiones. En primer lugar me gusta porque no siempre los ministros toman decisiones de forma rápida y eficaz y también porque cuando trabajaba  pateándome el mundo sufrí con cierta frecuencia el carácter excesivamente burocratizado de las representaciones diplomáticas españolas, porque, al menos en aquella época, la mayoría de sus funcionarios estaban mucho más preocupados por el politiqueo interno del ministerio de exteriores en Madrid que por lo que ocurría en el país en que nos representaban, que además utilizaban sus protocolos de actuación para sacarse los problemas de encima en vez de usarlos para saber cómo pueden y deben ayudar a los ciudadanos españoles.

La razón por la que me pasé una temporada en Siria fue un contrato con su gobierno por el que Motor Ibérica participaba en la fábrica de tractores de Alepo donde se mandaban desde Barcelona las piezas más importantes de los tractores Ebro y allí se montaban. Mi función era ser miembro del Consejo de Administración y representante de Motor Ibérica en la empresa. La fábrica de tractores había estado trabajando con un contrato similar durante algo más de dos años con Fiat pero sin participar en el capital de la empresa, aunque finalmente el gobierno sirio lo canceló por incumplimientos repetidos, y los italianos nos ponían todos los palos posibles en las ruedas para que se volviese a cancelar el contrato y lo pudiesen recuperar. En sus intentos para desprestigiarnos los italianos contaban con la gran ayuda de su embajador que se pasaba los protocolos por donde no suena con tal de tener contentos a los de Fiat. En la embajada española en Damasco había un diplomático como la copa de un pino, excelente profesional, llamado Cesar Vázquez, madrileño de familia de diplomáticos, con el que mantuve una excelente relación y que nos ayudó mucho a evitar los puyazos de los italianos, pero desgraciadamente Cesar no era el embajador sino solo el secretario de la embajada. El embajador era un tal Manuel Mañueco, un perfecto inútil, que conocía perfectamente y dominaba toda la parafernalia protocolaria y formal de la diplomacia pero que le tenía verdadero pánico a tener que solucionar problemas relacionados con España y sus ciudadanos, uno de los personajes más típicos del folclore de la administración pública española: el que manda sin mojarse absolutamente para nada,  continuamente se escudaba en los protocolos para negarse a ayudarnos en nuestro conflicto silencioso con Fiat, y llegó al extremo de llamar la atención a Cesar por habernos ayudado.

Como no podía ser de otra forma, a finales de los 80 me enteré que Cesar había dejado la carrera diplomática y se había instalado en U.S.A. trabajado para una multinacional donde estoy seguro que ha desarrollado una brillante carrera, y poco tiempo después el embajador Mañueco fue nombrado para un puesto que supone ser el número dos del ministerio de exteriores, algo así como el viceministro. Y así nos va. Nuestros mejores funcionarios se largan y los inútiles llegan a viceministro.

Para acabar me referiré a tres personajes.

Frau Merkel ha avisado “Se acabó el bienestar a base de crédito”. Tiene razón, la deuda hace tiempo que aumenta a pesar que el bienestar disminuye, y lo hace para pagar los costes de la recesión que sus estúpidas políticas han causado. Al menos lo reconoce. La cancillera añadió que los gobiernos que quieran mejoras ciudadanas deben subir la competitividad. También estoy de acuerdo, pero sería mucho mejor si al mismo tiempo bajase la deshonestidad de Frau Merkel y su gobierno, y la estupidez de la U.E.

Esta semana me he enterado de que la Sra. De Cospedal es abogada del Estado. Vaya despilfarro de años de estudio para acabar soltando barbaridades esperpénticas sin freno ni control.

El President Mas me cae bien porque es de los poquísimos políticos que acaba haciendo lo que dice que hará, pero hace tiempo que no veía un estratega peor que él. Se ha metido él solito en un inmenso lio y me da la impresión de que ahora no tiene ni idea de cómo salir del atolladero.