En el video se le puede ver obnubilado, arrastrando las palabras quizá por culpa de una noche de sueño irregular o, me arriesgo a pensar, quizá un par de tragos, aunque no puedo afirmar con certeza que Vallejo incurra en libaciones dionisiacas: no lo conozco. En su intervención durante la Feria del Libro de Guadalajara en diciembre de 2013, el escritor antioqueño diserta nuevamente sobre la falacia de la religión católica y su presunción de verdad espiritual absoluta.
Los argumentos ad hominem –y contra sus seguidores–, se pueden leer en la página de la red social Youtube donde está puesto el video. Argumentos que no anulan la erudición de este hombre de setenta años, invertidos algunos en la investigación apologética de su ateísmo humanista, del cual es uno de los pocos representantes en la literatura latinoamericana. Huelga decir que el activismo intelectual de Vallejo es encomiable en este sentido. A diferencia de otros escritores que defienden posturas políticas con vehemencia, en todas sus intervenciones, Vallejo enfatiza su cruzada moral en defensa de los animales, afirmando la «ceguera moral» de una sociedad que los explota, no por necesidad, puesto que el desperdicio de comida en los países industrializados es desmesurado, sino mas bien por un afán de producción desmedida que se ve reflejado –una vez más explícitamente en su discurso– en la superpoblación cada vez más asfixiante de un planeta de siete mil millones de habitantes, y contando.
Parte de este discurso deriva de su ensayo La Puta de Babilonia, donde esboza las líneas maestras de su debate abierto contra las religiones. Como éste no es un espacio indicado para disquisiciones teológicas o apologéticas, no voy a opinar al respecto. Los dogmas cuasi religiosos, como la política y el fútbol, son una cuestión de fe y pasión: el fanático no ve otro sol en su cielo, que el de esa fiebre que devora su espíritu constantemente; la creencia enceguecida, incluso en contra de argumentos lógicos, hacen que las mentes obtusas se aletarguen y emboten todavía más en su monomanía. Es curioso notar que estas pasiones son esencialmente masivas. La religión ha dejado de ser el único opio del pueblo: también lo son el fútbol, la política y los performances de las superestrellas del espectáculo; mares todos estos, que reciben su tributo de los ríos caudalosos de la televisión.
«Dios no existe, muchachos… ese es un cuento de clérigos desvergonzados inventado para sus fines, abusando de la credulidad del rebaño; de curas católicos, pastores protestantes, popes ortodoxos, rabinos judíos, ayatolas musulmanes. Por Dios entendemos fundamentalmente dos cosas: el creador del universo y el ser de la infinita bondad. ¿Y quién dijo que el universo lo tenían que crear? Para empezar ni siquiera sabemos qué es el universo…», apunta el escritor con certeza. «…Qué miedo le voy a tener yo al infierno; miedo le tengo a un agujero negro que me trague». No es raro que los fanáticos religiosos de nuestro tiempo, ignoren la ciencia: ente arcano, oscuro y lleno de cifras y fórmulas jeroglíficas contra la claridad meridiana de la vacua oratoria religiosa.
Los evangelios inventaron a Cristo, personaje espurio del que no hay mayor evidencia histórica y que justificó durante siete siglos, la carnicería, las persecuciones y los juicios sumarios de una Iglesia católica cerrada en sí misma que se opuso al avance científico «azuzando la paridera». Parece que a los hombres nos cuesta trabajo pensarnos en la infinita soledad del cosmos, como una colonia bacteriana flotando en una gota azul en medio de la nada; tenemos que inventarnos los dioses, y cuando no es así, el hombre se convierte en uno para acabar con el resto.
Video: Fernando Vallejo: El Sermón del Anticristo