Revista Opinión

Contra la indecencia comercial, exige tus derechos. Nunca desistas. ¡Acabemos con los indecentes!

Publicado el 19 junio 2013 por Manuel Somavilla


Quizás abría hecho más honor a la realidad si digo que la indecencia desde siempre campa a sus anchas en Brasil, una fidedigna y exótica reproducción del mundo mundial en toda su amplitud. Pero es ahora que, conviviendo entre tanta podredumbre empresarial, basura plastificada, sobre la que el gobierno no es capaz de poner orden ni concierto, este modelo de progreso sin sentido, un sinsentido de progreso, que no se centra en corregir el problema fundamental que es la educación. Permitiendo, no sin infinidad de trabas burocráticas, que las empresas colonizadoras del pastel tropical se afanen en sus crónicos engaños que en la mayoría de las ocasiones quedan sin el necesario castigo, y consintiendo, gracias a unas leyes casi ancestrales y hechas a la medida de indecentes ladrones y timadores del pasado, que todo este panorama tropical quede circunscrito en esa situación en la que quién no engaña vuela, al estilo de cualquier parqué bursátil del mundo.
Y es precisamente ahora cuando empiezo a perfilar la jeta de los causantes de tanta mediocridad, hipocresía e indecencia que, aunque con distinto nombre, nos retrotraen a los primeros años de la colonización e historia de Brasil, justo cuando este territorio se empezaba a convertir en la gran Torre de Babel que es hoy en día, infectada de indecentes sin escrúpulos y de los peores avaros que uno pueda siquiera imaginar.
Desde aquellos lejanos tiempos, 500 años aproximadamente, han pasado por el poder, desde los mayores ignorantes y estúpidos que nunca parió madre, hasta identificados asesinos y mangantes sin escrúpulos que venderían a su abuela por un puñado de reales. Nefastos y oscuros adalides que, siempre por la gracia de su dios Mammón, se encargaron, se encargan y se encargarán, ¡gracias a dios!, de conducir los pasos de este país, necesitado como ningún otro del apoyo educativo necesario para acceder en igualdad de condiciones a la estafadora y maloliente mierda del consumismo, traído supuestamente, por y del, “mundo civilizado y capitalista” y, que a la postre, solo ha mostrado su avaricia, hipocresía y mezquindad.
Y no es por capricho o por algún tipo de prejuicio, ni nada parecido.
Mi opinión sobre la bazofia empresarial brasileña, después de 3 años de residir en Palmas, Tocantins, Brasil, pienso que es todo lo imparcial que se pueda exigir, más si tenemos en cuenta que soy un extranjero, español para más señas, emigrante en Brasil y que por lo tanto no tengo ninguna atadura sentimental en contra, sino más bien a favor por estar casado con una mujer brasileña.
Mi idea del comercio brasileño no era muy diferente a la que ofrecen y representan sus mercados y ferias populares de cualquiera de sus poblaciones, y en dónde sus clientes son agasajados y cubiertos de amabilidad allí por dónde van.
Y lo que en realidad me encontré fue totalmente distinto a la idea que traía, aunque casi un calco a lo que puedes encontrar, con alguna celebrada excepción, en cualquier gran superficie comercial de España, en dónde la cercanía al cliente ha quedado reservada para las tiendas de barrio.
Dicho esto, entendido pues que estoy libre de toda sospecha para expresar mi critica, me dispongo a perfilar el principal y más básico error que se lleva cometiendo, con tozuda persistencia, desde hace unos cuantos años. Y es que no se puede dar un arma a quien no la sabe utilizar o pretender que aprenda con la práctica, aunque sea con ella, con la práctica, como se aprende a capar cochinos.
Las multinacionales y empresas no son misioneros o hermanitas de la caridad ni nada parecido. Simple y llanamente son animales carroñeros que únicamente buscan el beneficio, y siempre sin importarles los métodos usados para ello.
Tampoco representan a ninguna ONG y nunca dan puntada sin hilo. Cualquier acción generosa que lleven a cabo, tened siempre en cuenta, que solo buscará sacar el máximo beneficio y rentabilidad. Porque una empresa, vuelvo a decir, nunca da puntada sin hilo.
Y cuando me refiero al pueblo, no estoy hablando de esos millones de personas que diariamente acuden a su puesto de trabajo en cualquiera de las más de 5.000 ciudades brasileñas. Me estoy refiriendo a todos esos esos millones de personas que habitan en las miles de fabelas en cualquiera de esas más de 5.000 poblaciones brasileñas, en dónde su única educación es la de la calle, aprendida de su hermano mientras, empapados en alcohol y con los pulmones agujereados por el crack, huyen en coche a toda velocidad mientas empuñan una pistola con la que experimentar el vértigo de la muerte. Esto que puede parecer de película, no lo es, es la triste realidad Brasileña.Me refiero a esas personas sin horizonte, sin rumbo y a las que todo les importa un bledo, les da lo mismo ¡arre! que ¡so!, viven el día a día y todo les da igual, por que no tienen nada que perder. Esos “meninos de la rúa” que en alguna gran avenida de Río de Janeiro se ponen hasta las patas y ciegos con el crack o la macoña (marihuana), que de todo hay, mientras se juegan su vida y la de los demás cruzando las calles entre los automóviles en movimiento.Esos jóvenes sin futuro a los que se la trae al pairo segar la vida de otra persona mientras dirigen su carro robado. Me refiero a esas gentes sin futuro y que les da lo mismo vivir o morir, esas gentes que no tienen aprecio por la vida porque, sencillamente, lo suyo no es vida.
Y lo que más jode al visitante foráneo, vacunado e inmunizado repetidamente en su país de origen y conocedor también de casi todas las trampas y argucias comerciales, mamadas, sufridas y aprendidas por cojones, para sobrevivir en la meca europea de la sofisticación comercial, es que además de intentar engañarle le tomen por tonto.
Y es que estos pérfidos empresarios, gente sin escrúpulos y solo interesada en lucrarse a toda costa y caiga quién caiga para estafar a los consumidores, la mayoría de las veces usuarios recurrentes, se aprovechan y utilizan como amable fachada de su “Cueva de Alíbaba”, las sonrisas adolescentes, casi escolares, de los risueños jóvenes nacionales. Unas angelicales caras que tras su implorante amabilidad, esconden una inocencia, casi infantil, que lleva al usuario a pasar un tremendo apuro ajeno, un rubor ante el que es incapaz de reclamar lo que es suyo aunque sepa que le están timando.
Hecha esta presentación fotográfica, una instantánea de la realidad Brasileña, comentaré alguno de los casos que me han sucedido con alguna de las empresas aquí radicadas. Curioso es, y yo diría que lo que más aproxima la realidad brasilera a la del resto del mundo, que casi todos los problemas vengan de empresas de telefonía móvil, lo que por otro lado dice muy poco bueno de las operadoras telefónicas e iguala la miseria comercial de ambos bazares capitalistas, apostados a ambos lados del atlántico.
Pues empecemos:
La primera empresa de la lista, con matrícula de honor a la falta de profesionalidad y, como todas las demás, fiel seguidora del refrán “Ojos que no ven, corazón que no siente”, quizá por que ésta sea la más fresca en mi memoria y reciente pues aun hoy siguen con sus procesos, es la renombrada OI, una empresa autóctona.
Aunque aun hoy en día, mi esposa y yo, mantenemos dos líneas móviles, por aquello de de la comunicación permanente, hasta hace escasamente 2 meses incluso teníamos contratado un plan de Internet ADSL con el susodicho teléfono fijo, necesario para recibir Internet y totalmente superfluo. Como digo, esta línea de teléfono simplemente era una redundancia técnica, un aparato “maceta”, 8 R$, que no era utilizado por ninguno de nosotros dos y que solo se descolgaba cuando recibía alguna irritante y molesta llamada, vamos, de esas llamadas cojoneras. Todos los días recibía un promedio de 2 llamadas, sino más, justo cuando más ocupado estás, y que siempre resultaban ser confusiones de otros usuarios, que molestamente repetían la frase: “É a INFOTEC?”. A veces llegué a preguntarme si algunos brasileros marcarían números a voleo porque en otras de las numerosas confusiones se preguntaba por alguna persona desconocida y que casi siempre resultaba ser la misma, como si todos los que conocían a esa persona se hubiesen puesto de acuerdo en llamar a mi teléfono.
Y es que resulta que mi número de teléfono, anteriormente había pertenecido a dicha empresa INFOTEC, por lo que mucha gente lo tenía en su lista de contactos, además de que era el número de teléfono que aparecía en su portal de Internet y que, vaya usted a saber por qué, aun no habían retirado. De hecho, la primera vez que sucedió la equivocación, llamé a la empresa tras comprobar el teléfono de su página en Internet y amablemente les solicité que lo retiraran, pues aparecía mi número de teléfono, que además de incordiarme, seguramente les estaría haciendo perder clientes, motivo este último que en realidad, como comprenderèis, me daba igual. Pero no sé si no me comprendieron o se olvidaron del tema, el caso es que las sucesivas innumerables veces que ocurrió, directamente telefonee a la operadora de la inoperante OI para explicarles el problema y exigirles alguna solución, como cambiarme de número de teléfono, cabreado por recibir continuas llamadas que hasta ya parecían de cachondeo. Pero que si quieres arroz catalina, toma dos tazas, debieron de pensar. Las llamadas continuaron.
El 100 % de todas las llamadas recibidas fueron equivocaciones de otros usuarios al marcar el número de teléfono y, aun así, la operadora OI se empeñaba en que era yo quién debía de pagar el cambio de número. Así las cosas, desistí, como todo buen brasilero para evitar problemas, y haciendo caso de otro refrán que dice “Más vale malo conocido que bueno por conocer” o “Quién algo quiere algo le cuesta”, yo mismo intenté hackear su web para retirar el número. Fue inútil, me di cuenta de que tanto para ser un hacker como un ladrón has de tener estudios.
Cuando la última gota de agua colmó el vaso de mi paciencia mandé cancelar la línea. Y en buena hora tuve esa brillante idea, fue peor el remedio que la enfermedad.
De esto hace más de un año y hasta hace unos días ha persistido y seguido pendiente midenuncia interpuesta en el PROCON, PROteção do CONsumidor,que solicitaba la retirada de un cobro indebido de 9,90 R$, a cuenta de algúnservicio con fecha posterior a la cancelación de la línea.
Y aunque estos 9,90 R$ sean una miseria, multiplicarlo por los millones de usuarios en todo Brasil a los que realizan cobros indebidos y que simplemente desisten y no reclaman. ¿Y en el mundo?, ¿cuántos miles de millones?...
Para reconocer su error hace unos días recibí una carta del PROCON en donde la empresa OI reconocía, mediante una sentencia perfectamente redactado y de unas cuantas páginas, para que no digan que carecen de abogados, que yo no debía nada, casi ofendidos, y que por lo tanto me ceraban o anulaban mi cuenta, que habían cancelado el cobro. Nuevamente en este comunicado se ve, no tanto ya su mala fe sino, su inoperancia e indecencia, ya que no se puede decir que ya finalizó, pues aun hoy aparece en mi cuenta online de la OI, la deuda de los malditos 9, 90 R$.
Pero la cosa no acaba ahí.
Hoy mismo, sin ir más lejos, he tenido un día de lo más ajetreado yendo y viniendo a “OI Atende”, oficina de esta empresa situada en la ciudad de Palmas, TO, Brasil, enfrente de la Plaza de los Girasoles, ubicada en el centro geográfico de Brasil y, por ende, eje económico, político y social de la ciudad y el estado.En esta ocasión mi tarea era la misma pero con distinta causa, o sea, el mismo perro con distinto collar.
Recientemente, 2 y 3 días antes, había recargado con X R$ nuestros 2 celulares OI, y consecuentemente y automáticamente, eso creía yo, deberían haberse traducido en X R$ de Recarga + X R$ Créditos promocionales. La recarga al instante se reflejó en nuestros teléfonos, pero los créditos no, ni estaban ni se les esperaba. Pero lo que es la casualidad y la buena suerte, como por arte de los sinvergüenzas personajes Birly & Birloque, al instante de reclamar por el hecho a la joven cuasi adolescente que trabajaba en la recepción de la tienda de la OI, he de reconocer que algo alterado por la situación, y tras introducir mi CPF en el ordenador de la empresa, automáticamente, ahora sí, se produjo un pitido en mi móvil en señal de entrada de los famosos créditos. Y no es por pensar mal, pero parece como si el sistema lo hubiesen preparado los de la OI para esperar a que el cliente reclame lo suyo, la promoción de bonus en caso de ser reclamado, solo en ese caso. En caso contrario, si no se reclaman esos bonos que prometen, en plan plusvalía, ellos estarían ahorrando lo que prometen en la publicidad y yo gastando en unas recargas que deberían ser gratis.
Y es aquí dónde más validez tiene el refrán “Ojos que no ven, corazón que no siente”, anteriormente aludido, que nos hubiera supuesto un gran desembolso en recargas por no haber recibido los bonos y este otro que dice que “Quien no llora, no mama”, por el cuál, y exigiendo nuestros derechos, nos hemos asegurado un año recibiendo en bonos el doble de la recarga, suficiente para hablar entre nuestros móviles OI. Por existe otro refrán que dice “Quién calla, otorga”, que nos recuerda que cuando un hecho no es denunciado pasa desapercibido y queda en el olvido.
Pues bien, de momento y hasta nuevos acontecimientos es casi todo lo referente a la mezquindad de la OI, no sin antes hacerme eco de su INDECENCIA por la multitud de malas prácticas que acostumbran a realizar utilizando la pantalla amable y presencia juvenil, tras los cuáles se escudan los verdaderos responsables del robo manifiesto.
Antes de subir a la red esta entrada, acabo de recibir la noticia de que los Actos de Conciliación que se celebraban en la oficina del PROCON, mediador entre la empresa OI, o cualquier otra empresa indecente, y el usuario para solucionar los conflictos y evitar el colapso de los juzgados. Pues el caso es que a causa de los muchos problemas que presenta la empresa OI, se han dejado de realizar allí, por lo que ahora se realizan directamente en el juzgado.
Otro logro que le otorga una merecida medalla a la indecencia.
Otra empresa INDECENTE, aunque no precisamente por este orden, lo ostenta la empresa, también de telefonía móvil, TIM.
Mis experiencias comerciales con esta empresa se limitan a lo que me ha hecho llegar mi esposa y los quebraderos de cabeza que le ha producido su relación con la TIM, que parece ser una abreviatura de TIMO.
Antes dije que mi relación con la TIM no era muy amplia pero no contaba las veces que he llevado a mi esposa a audiencias contra la TIM, las veces que he recargado su móvil, otras veces que he pagado alguna factura de la TIM, infinitas las veces.
La única buena noticia que hasta ahora me ha dado la TIM y que me agrada transmitirles, henchido de alegría y alborozo, como no podría ser de otra forma, es que dicha operadora telefónica finalmente ha tenido que reconocer una de sus malas prácticas, bueno es empezar y esperemos que continúe, y ha efectuado el pago de los 3.500 R$ a los que le condenó el juez por sus repetidas malas prácticas en la relación comercial con mi esposa, concretada esta condena mediante una transferencia.
Lo que intento haceros ver es que no se pueden bajar los brazos ante los muchos atropellos que tenemos que sufrir los consumidores y que denunciando estos abusos y demás prácticas indebidas, al final y al cabo, no solo es la sociedad quién gana al promover la justicia en un ámbito fundamental como es el comercio justo, sino que tu mismo y siempre con la justicia por delante, por medio y al final, puedes obtener una suculenta indemnización que al menos mitigará el disgusto de sentirte engañado y estafado. Pero estar todo el día criticando a empresas, personas o instituciones con un ínfimo perfil humano, que solo utilizan su inteligencia para idear tramas con las que delinquir y a las que solo mueve el interés económico, político o de cualquier otro tipo, y no hacer nada por combatirlo hasta lograr su desaparición, hecho éste que por desgracia llevaría a la extinción del ser humano como tal, me parece tan cuestionable y cobarde como hipócrita.
Así que reiniciaré mi cruzada, silenciosa hasta ahora, expresando los conceptos que he entresacado de mi experiencia vital y he podido cosechar y compendiar para formarme una opinión, glosada en este texto, y sucesivos, y que creo totalmente autorizada de ser expresada a los 4 vientos y ser tenida en cuenta, al menos, como la de cualquier otra personalidad social, cultural, económica, política, religiosa o de cualquier otra actividad, por muchos renombre de relumbrón que posea.
Y es que la verdadera revolución social, esa que nos igualaría a todos, esa que debería arrancar de la política, su única y verdadera función, lástima que la casi totalidad de la horquilla política entienda que su misión es medrar a costa de quién sea y asegurar su vejez y la de sus hijos. Porque no es necesario que todos los días estemos manifestándonos en la calle para exigir aquello que encendidamente nos prometieron.
Pero yo aun diría más.
Pensando quizás en un futuro no muy lejano, e inmensos en cualquiera de los procesos electorales democráticos que nos aguardan, deberemos ser capaces de optar por personas con una innegable calidad humana, nunca por políticos o discípulos de cualquiera de las deidades clásicas que, a las órdenes de los hilos del poder, se corrompen y legislan únicamente para el poder del capital o de sus intereses personales.
Debemos ser inteligentes para elegir unas personas, como tu y yo, con el mismo y universal horizonte popular y cuyo único interés sea el gobernar por y para el pueblo, para todos nosotros, para todos administrados que se administran.
Por que al fin y al cabo nosotros somos el pueblo, todos nosotros, los contribuyentes de un estado que es nuestro, no de los capitalistas o grupos de capital que poseen las fabricas, especulan con empresas, terrenos o cualquiera de los bienes de producción que, a lo sumo, tendrán el mismo derecho, no más, a unos bienes o servicios construidos entre todos.
Somos nosotros, el pueblo, los administrados, los parias que pagamos a muchos de los pusilánimes inútiles que más tarde nos roban, los que hemos colocado en la poltrona a esos eventuales “volantes” que nos conducirán hacia el lugar que nosotros mismos hemos marcado en el horizonte.
Porque somos pueblo los que todos los días vamos a trabajar a las fabricas, somos los cajeros en el banco y los administrativos que ponemos en funcionamiento todo el cotarro que es el mundo.
Y es que en resumidas cuentas y al final todos deberíamos ser iguales, pues al nacer o al morir todos yacemos exactamente iguales. Y no solo ante los ojos de cualquiera de los miles de dioses que el hombre se ha inventado para sacar partido de alguna situación en particular, no, somo iguales por que somos seres humanos.
Nada de trabajos de primera, nada de primer mundo, ni nada de divisiones de la sociedad como ignorantemente predicaron y siguen predicando algunos líderes a través de la historia.
Y que quede clara una idea fundamental en mi disertación.
Aquí no estoy hablando o haciendo una alegoría o criticando a nada ni a nadie, ni del comunismo ni del capitalismo, nada de eso. Y si ni siquiera hago mención de cualquiera de esas crueles e hipócritas culturas económicas, del “dime lo que consumes y te diré quién eres”, porque simplemente son dos de los tipos de regímenes dictatoriales que, por desgracia, se han sucedido a través del tiempo, en los que habilidades y características propiamente humanas, como la creatividad, el esfuerzo, el orden, la camaradería, etc., etc., simplemente desaparecen ante la presencia del dinero y los destellos luminosos del neón consumista.
Lo verdaderamente vergonzoso es que, desde que la humanidad es tal, cualquier forma de gobierno siempre aparece configurada por las mismas élites, en perfecta confabulación contra nosotros los parias, el pueblo raso, los administrados, señalados éstos por el atemporal veredicto de la injusticia histórica, que decide sobre qué clases sociales harán recaer los costes de su opulencia despilfarradora.
Pero vamos a ver, que es eso de que tenga que haber diferencias de valoración económica por hacer un trabajo u otro. ¿Vale más una vida que otra?, ¿Quién decide el valor de un costo vital?, ¿quién decide el valor de mi seguridad?, ¿y el valor de mi educación?, ¿de mi salud?…¿quién decide?
Y al final de todo está el verbo vender.Eso lo mueve todo. Ya lo sé!
Me indigna profundamente y también me hace mucha gracia, seguramente como a ti, que una persona como tu o como yo, con las mismas capacidades “de serie”, producto de un óvulo y un espermatozoide, por el simple hecho de haber nacido aquí o allí, ser de una familia u otra o poseer cualquiera de las distinciones ficticias que el ser humano ha diseñado para medrar a costa del otro y demostrar una excelencia irreal, sea óbice y se reflejen en nuestra calidad de nuestra experiencia vital.
Sin nombrarlo voy a referirme a ese don quijote, “dignísimo y real cazador de elefantes”, hacedor de mil entuertos, y a toda su real parentela azul, con corruptelas, fraudes y demás hazañas, hoy mismo incluso, hasta la justicia se ha encargado de salvar el culo de una infatigable santa cristina. Todo esto siempre con esa tan manida y violada, como una bandera durante una guerra civil, presunción de inocencia.
También sin nombrarlo me refiero a esos “salva-patrias” o con o sin bigote, que pretende sucederse perpetuamente para sentirse eternamente en “candilejas” y seguir dando conferencias o hablando estupideces por doquier; me estoy refiriendo a esos confiscadores de nóminas y tratantes de hipotecas ilegales; también quiero acordarme, son tantos los que se me amontonan en mis neuronas, de los evasores a paraísos fiscales, lease Bárcenas (se acaba de descubrir otra cuenta suiza con otros 25 millones de euros, lo que hacen 47); también me quiero acordar del mejor jugador de fútbol del mundo Messi, también presunto defraudador, (aunque cuando el río suena...); y como no me quiero olvidar de nadie, sin nombrarlos quiero agasajar a esos todos esos queridos “españoles de boca”, hasta que les tocan el bolsillo claro, queridos profesionales en cualquiera de las numerosas ramas artísticas. Recuerdo a mi admirado Mecano y a su Ana Torroja, a esa ruda Arancha Sánchez Vicario y una multitud de otros famosos. Vaya, vaya, ahora me viene a la memoria La Pantoja, mi querida tonadillera, que asco por dios, otra que tal baila con su DJ; y al Muñoz, que tragaderas debe tener cualquiera de sus mujeres, muy sofisticadas por cierto; al muy circunspecto, enfadado y serio, en sala ¿eh?, matador y también conductor borracho, entonces mucho menos serio sí, últimamente de juicio en juicio y tiro o topo por que me toca, y …............ una lista interminable de timadores, hipotecadores de vidas, corruptos, ladrones y todos los tipos de criminales que tengan ustedes a bien de incluir, pues son merecedores de esos apelativos y más.
Y eso sin hablar de todos los chorizos que estarán por aparecer antes de las próximas elecciones, que espero sean muchos y den para hacer una buena parrillada con ellos.
Así que lo dicho, acaso es más cansado, difícil, requiera más valentía o cualquier otra capacidad humana, para tener la estupidez de retribuir al barrendero de distinta forma que al político, o al minero que al maestro, o, o, o, … Ya sé, ahora me vas a decir que esas personas han pasado muchos años estudiando.Claro que han tenido que estudiar más, nos ha fastidiado, pero también es más cómodo estar en un despacho climatizado que recogiendo y limpiando la mierda que dejan otros.Aunque también puedo estar equivocado y resulta que es más productivo y peligroso estar pegando cuatro patadas a un balón y haciéndose fotos con tu top-model. Cuanta idiotez y estupidez.
En verdad, decía Jesucristoal dirigirse a los arameos, por decir algo, parece mentira que, tras una larga evolución, lugares destinados a albergar cerebros con una inteligencia creativa, solo sirvan de recipientes de “pija inmundicia”, egocentrismo y hedonismo barato. También de maldad, o bueno, mejor lo dejamos en estupidez, pues a los verdaderamente malos casi nunca se les pilla. Para muestra del “casi” una muestra de botones, la excepción que confirma la regla: cualquiera de mis peces ladrones, a los que les va que ni pintado eso de, “que tienes menos memoria que un pez”, pues son tan estúpidos que no recuerdan lo que le pasa al que juega con fuego.
Todas estas distinciones dicen muy poco a favor de nuestra condición humana y más nos acerca a la de cualquier otra entidad irreal salida de la fantasía literaria, que a la de seres racionales y humanos como todos somos al nacer, sin distinción. No diré animales, pues está visto y comprobado que éstos gozan de mayor cordura y practicidad en todos los aspectos de la vida. ¿O alguno de vosotros habéis tenido noticia de algún animal que sea protagonista de alguna historia amarilla en cualquiera de esas revistas del corazón tan consumidas en el mundo y que únicamente ofrecen imbecilidades como si fuesen noticias?
Porque a veces el ser humano solo parece aspirar a comportarse como llevado por una avalancha de estupidez y codicia, así lo demuestra en demasiadas ocasiones, tal y como si todo él fuera un ano para la inteligencia. Digo esto porque a veces, cualquiera de esas lindas bellezas faranduleras que malamente nos representarían ante una inteligencia exterior que, sin duda existe, defecan estupendas frases, pensamientos y extrañas excentricidades o frases para enmarcar que serían dignas de exponerse en el museo de los horrores.
Y estas son parte de mis emociones actuales, sobresaltadas continuamente al escuchar las noticias que me llegan de España por el canal internacional. A las 10 de la mañana, hora de Brasil, suelo asistir al TD1 de las 15:00 en TVE Internacional. Las noticias siempre las mismas: corrupción, corrupción y corrupción, alcanzando unos niveles de gravedad y de indecencia que avergonzarían al peor de los asesinos, pedófilos o traficantes de la historia.
Mira por dónde. Ahora estoy visualizando a dos indecentes de gafas y tapados con bufandas, deambulando por los juzgados de Sevilla, y relacionados con el asesinato y desaparición de Marta del Castillo. Desconozco quién es la mujer ni me interesa, pero tengo una opinión sobre ella, ni buena ni mala, aunque calculo que si tuviese una pequeña información de ella, esta opinión no sería nada buena. Porque díganme ustedes, ¿que tipo de persona puede ser la que se enamora y apoya a un personaje presuntamente implicado en el asesinato de una niña? ¿Será imbécil, tiene algún síndrome tipo Estocolmo desconocido hasta ahora o sencillamente es afán de protagonismo? ¡Y ahí dejo la pregunta!
Y hace un rato mientras veía la televisión brasileña la GLOBO, estaban pasando las manifestaciones de Río de Janeiro y Sao Paulo, y comentando con mi esposa brasilera hemos llegado a la conclusión de que al fin Brasil ha despertado de su resignación exasperante. Que ya era hora de reaccionar ante tanta corrupción y despilfarro, por que aunque nadie en este mundo puede dar lecciones a nadie pues en todos los sitios cuecen habas y, como decía aquél, “...en mi casa a calderadas”, parecía que la población tropical sufría algún tipo de síndrome relacionado con el clima, y esta noticia da prueba de que la sociedad está aun viva. Lástima que siempre existan vándalos y demás inútiles que solo saben actuar como bárbaros, dando rienda suelta a sus más bajos instintos, de rastreras cucarachas, que aprovechan cualquier río revuelto. Además, teniendo en cuenta que estaban en Río, aunque fuera de Janeiro, pues con más razón se han organizado actos con comportamientos fuera de tono.
Verdaderamente que el mundo es una fuente inagotable de noticias de la temática que se te antoje.
Y sería un placer escuchar tus opiniones, no tanto de lo que yo escribo, que también, sino de esas problemáticas o intereses sobre los que te gustaría escuchar mi opinión.
Así que ya lo sabéis, si os gustaría que tratase algún tema en especial o queréis mostrarme vuestra opinión sobre alguna entrada en particular, solo tenéis que poneros en contacto conmigo y recibiréis respuesta tan de inmediato como me sea posible.
Así mismo y si alguno de vosotros, estimados lectores, estáis interesados en publicar algún texto de cualquier temática, os podéis poner en contacto conmigo para enviarme el texto que proponéis.
Un saludo y hasta la próxima ocasión.
¡Salud y Suerte!


Volver a la Portada de Logo Paperblog