Seguramente verá usted durante la Semana Santa de Sevilla procesionar de penitente como tantos agnósticos al director general de Cambio Climático y Ambiente Urbano de Andalucía, José Fiscal López.
Pero durante las Navidades este Fiscal le mostrará el rabo porque afirma que esas fechas están “vinculadas a viejas tradiciones folclóricas, gastronómicas y musicales”, ni una palabra sobre el nacimiento de un niño llamado Jesús, y además son culpables del calentamiento global, ya que sus fastos consumen bienes y energía, y sus luces molestan a los astrónomos.
Todo eso para atacar las doctrinas de ese niño que crearon una religión, a pesar de sus sombras, que fue origen del judeocristianismo que aceleró el progreso humano, incluso el de sus detractores.
Y que también es la razón de ser de la Semana Santa sevillana.
Estos políticos que detestan la religión de la que procede su entorno sociológico, histórico e incluso económico, sacan el rabito en cuanto pueden para buscar pecaminosas consecuencias contra su fanática religión del cambio climático antropogénico.
Las luces de Navidad andaluzas son culpables, al parecer, de que por el 2050 en Rovaniemi, la ciudad lapona donde vive esa figura extraña al cristianismo pero integrada en sus fiestas, Papá Noel-Santa Claus, no tenga nieve para su trineo, sino mayor riqueza porque sus terrenos serán cultivables.
Dice un estudio de la Universidad escocesa de las Tierras Altas y las Islas (UHI) que a mediados de siglo el Círculo Ártico tendrá 3,5 grados más de temperatura que ahora.
Aunque probablemente el cambio no se deba al hombre, sino a variaciones del Sol y del eje terráqueo, que hacen que mientras desaparece el frío lapón crezca en la Antártida.
El generoso anciano barbudo debería trasladar su residencia al Polo Sur, y llevarse perennemente al señor Fiscal sin dejarlo volver a Sevilla en Semana Santa por querer eliminar la Navidad, que también es la Semana Santa de Santa Claus- Papá Noel.
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SALAS