Contra la pobreza, libertad y oportunidades; no halagos.

Publicado el 26 noviembre 2019 por Mike Sala @mikesala65

Puede escuchar el texto al final del artículo
Una de las confusas doctrinas tradicionales de la iglesia de Roma es el elogio de la pobreza. Elogio más o menos encubierto según haga falta para cada ocasión, pero elogio al fin y al cabo. En su ideario, tantas veces paralelo al comunismo hasta el punto de que en no pocas ocasiones ambas corrientes se han entendido a las mil maravillas, como se puede ver en el caso de la teología de la liberación, los estamentos católicos del poder han tratado durante siglos de que los feligreses acabasen por asimilar que el hecho de ser pobre es ser bueno, y que ser rico es ser malo. Posiblemente sea por eso que el comunismo arraigó tan fácilmente en países tradicionalmente católicos y suficientemente deprimidos para tal fin, al contrario de otros países de preponderancia protestante donde ese elogio de la pobreza no es concebible.
Las recientes declaraciones del izquierdista papa Bergoglio no denotan precisamente un cambio de actitud en la iglesia romana. A los pobres hay que halagarlos. Hay que decirles lo que esperan oír. Hay que sembrar en sus mentes que son mejor vistos por la iglesia católica porque son pobres. Que son “los porteros del cielo”. Que “son preciosos a los ojos de Dios”. Que “necesitan a alguien que los lleve de la mano”.
Escuchar o leer estos mensajes de Bergoglio solo puede satisfacer a quienes se dejan llevar por el populismo más simple. Son consignas dirigidas a un gran público que no piensa, ni lee ni se crea ningún criterio al respecto. Un gran público que tan solo espera con los oídos atentos a que su ídolo favorito, el papa en este caso, les alecciona con frases acarameladas y vacías de verdadera enseñanza que les perpetúan en el victimismo y en la complacencia de su propia pobreza porque, ser pobre, es lo que agrada a ese dios que la iglesia romana ha desvirtuado durante siglos.
Desgraciadamente para el mundo hispano católico la nefasta influencia de la iglesia de Roma -cuyos últimos papas promulgaron no pocas encíclicas condenando al liberalismo y al capitalismo- lo que ha sido promovido desde esa falsa fe cristiana, más partidaria del lamento y del victimismo, ha sido el sometimiento a una serie de dogmas que han impedido que dichas naciones hayan logrado ser sociedades de hombres libres e iguales.
En lugar de enseñar los valores bíblicos del estudio, el esfuerzo, la disciplina y la constancia como fundamentos para que los individuos y sus familias pudieran conseguir conformar sociedades cimentadas bajo el concepto de la supremacía de la ley por encima de los privilegios de ciertas castas, la iglesia católica ha promovido el asistencialismo como solución a los problemas de las clases más desfavorecidas. Un asistencialismo curiosamente semejante al de ciertas ideas totalitarias como el comunismo y el socialismo. Ideas totalitarias que buscan dominar al individuo mediante la pobreza y la limosna estatal, porque una sociedad empobrecida y asistida, a la que no se le dan opciones de libertad de mercado y de trabajo privado, invariablemente se precipita hacia la miseria económica, hacia la ausencia de motivación y estímulo para salir de la pobreza y hacia una mayor ignorancia de sus ciudadanos en aspectos que serían cruciales para su propia libertad.
La estrategia católica de aborregamiento del individuo queda bien patente cuando el máximo mandatario oficial de la iglesia vaticana es capaz de proclamar cosas tales como “los pobres son preciosos a los ojos de Dios porque no hablan la lengua del yo; no se sostienen solos, con las propias fuerzas; necesitan a alguien que los lleve de la mano”, en una clara alusión a que el colectivismo es superior moralmente al individualismo, aspecto que la historia se encarga de contradecir una y otra vez, y que el pobre, una vez que lo es, debe ser guiado por otras manos porque es incapaz de gobernarse.

Solo a los responsables de una iglesia con semejantes fundamentos alejados de las Escrituras se les ocurriría hacer tal halago a la pobreza. Sólo a una iglesia cuya doctrina social se basa en el asistencialismo sin contrapartidas. Un asistencialismo que ejerce la caridad sin procurar que el necesitado aprenda y practique el principio de autosuficiencia, porque un individuo autosuficiente para sí y los suyos es más libre y difícil de manipular.
Bergoglio, más que un líder religioso, es un privilegiado y poderoso agente de la agenda globalista que ha entregado definitivamente a la iglesia católica que él dirige a los planes de destrucción de naciones enteras para beneficio particular de unos pocos.
Este papa Francisco podrá ser defendido a ultranza por los católicos, cosa que no ocurre tanto como pudiera parecer. Podrá investirse de una autoridad moral basada en discursos demagógicos, buenistas y ambiguos y así engañar a ignorantes a lo largo y ancho de este mundo. Podrá proclamar mensajes de caridad y amor al prójimo mientras las empresas vinculadas al Vaticano se enriquecen blanqueando dinero de la mafia. Podrá elevar la voz contra el aborto mientras calla frente a una ideología de género que favorece a los movimientos abortistas y a las empresas que viven de la planificación familiar-que es como se llama ahora el fomentar no tener hijos- …empresassubvencionadas con fondos públicos. Podrá en fin, construir un andamiaje de falsas palabras plenas de ocultas intenciones. Podrá congregar a cientos de miles de personas para alabar la pobreza y halagar al pobre. Pero lo cierto es que Bergoglio no es más que el representante de una institución que ha practicado el liberticidio durante siglos, encubriéndolo con apariencia de caridad, y llevando a naciones enteras hacia el desconocimiento de no pocos principios bíblicos, a lacomplacencia en la intolerancia y a la conformidad en la ignorancia.
La pobreza no merece un solo halago, ni los pobres necesitan paternalismo. Es la libertad y el conocimiento lo que trae progreso, no el asistencialismo de la sopa boba.

Login enpara comentar bajo su responsabilidad