El terroris
Fijadas las posiciones, anclados en ellas, no se debe escatimar ni regatear ni un sólo planteamiento de combate. Ni uno. Y es por ello que cuando se dé un paso contra la violencia de género debe reconocerse y sumarse a él sin el menor titubeo. Ahora bien, exactamente con la misma convicción, a ese posicionamiento debe exigírsele el máximo. Mucho más cuando, como es el caso que nos va a ocupar, quiénes por vez primera lo hacen son constructores de cultura, ni más ni menos que escritores de género negro y a la par organizadores de ferias y festivales dedicados el género negro, en todas, todas, sus declinaciones.
Contra la violencia de género. Sin titubeos, sin regates, hasta los tuétanos.
“Errores del manifiesto de las semanas negras contra la violencia de género”.
David Llorente.
Siempre me han gustado los manifiestos vanguardistas. Siempre he sentido debilidad por esa sucesión de párrafos numerados en los que un escritor (como portavoz de un movimiento) daba un paso al frente, declaraba que la vieja literatura había muerto y se proclamaba fundador/inaugurador de los nuevos tiempos que estaban por venir, unos nuevos tiempos que (por supuesto) estarían marcados por la fuerza, por la originalidad y por la irreverencia.
Los gritos desde la vanguardia no eran más que eso: gritos. Y duraban tanto como dura la vida de los soldados que encabezan la primera línea de batalla. Morían pronto, pero no morían en vano. Nos mostraban el camino por el que deberíamos avanzar.
– ¿Qué camino?
– El del compromiso.
– ¿Y el del valor?
– También.
Hoy (en esto de la literatura) qué poca gente da un paso adelante. Los artistas prefieren jugar a hacerse el muerto sobre las aguas de un mar en calma o esperar desde la orilla a que se vayan las medusas, tan venenosas, tan transparentes. Nadie se abre paso a codazos hasta la línea de fuego. Hay demasiado miedo a que una bala perdida (o teledirigida) nos parta el corazón. Hoy (por eso) los manifiestos se escriben desde la retaguardia.
– ¿Como el manifiesto de las semanas negras?
– Sí.
El manifiesto de las semanas negras contra la violencia de género está lleno de grietas y por esas grietas se cuela un tufo a improvisación y a política que nos obliga a terminar de leerlo con un pañuelo en la boca. Un manifiesto contra la violencia machista no puede tener grietas. Un manifiesto contra la violencia machista tiene que ser un muro que vaya desde la tierra hasta el cielo, absolutamente indestructible, cuya contundencia haga darse la vuelta a sus enemigos, que enterrarán (para siempre) su cerrazón, su ignorancia y su miedo, las armas con las que nos atacan. Un manifiesto contra la violencia machista no deberían firmarlo semanas negras, sino nombres y apellidos concretos, y entre los nombres que lo escribieran no debería haber solamente pollas, sino también algún cerebro y algún corazón, especialmente el cerebro y el corazón de alguna mujer, de esa manera no les habría salido tan vacío, tan aséptico y tan impersonal.
– Y tan rebatible.
– También.
El manifiesto de las semanas negras contra la violencia de género incurre (entre otros muchos) en dos errores de bulto: la imagen de que el hombre debe proteger a la mujer y el paternalismo, es decir, dos de los múltiples platos en los que hoza el cebado cerdo del machismo.
– ¿Hay más errores?
– Sí.
La novela negra no se centra necesariamente en la víctima, pero eso (al fin y al cabo) no es importante, es (simplemente) una manera de entender un género literario. Lo verdaderamente importante es que (a partir de esa comparación) el manifiesto de las semanas negras contra la violencia de género se ocupa de la víctima, en detrimento del agresor. Señores: la mujer no muere por violencia machista, la mujer no muere a manos de su pareja. A la mujer la matan. Es un asesinato y hay un asesino. ¿De verdad somos expertos en novela negra? Pues a ver si reconocemos un crimen cuando lo tenemos delante de las narices. ¿De verdad somos escritores o lectores? Pues a ver si llamamos a las cosas por su nombre.
– ¿Algo más?
– Sí.
El manifiesto de las semanas negras contra la violencia de género debe explicar (debe dejar bien, pero bien claro) que el asesinato de las mujeres es el final del camino y (sobre todo) que el camino ha sido largo y ha estado empedrado de otros muchos tipos de violencia machista. Un manifiesto en contra de la violencia de género debe hablar de la violencia psicológica, de la violencia sexual, de la violencia económica, de la violencia patriarcal, de la violencia simbólica, de la violencia doméstica, de la violencia institucional, de la violencia laboral, de la violencia obstétrica y de la violencia mediática.
– ¿Y la violencia física?
– La violencia física es lo último.
– ¿Donde confluyen todas las anteriores?
– Exacto.
Debería haber hablado del proceso de anulación de la mujer, de ese tren de largo recorrido que la llevará por las destartaladas estaciones (los túneles) de la soledad, del aislamiento, del silencio, de la incomprensión, de la desinformación. El manifiesto tenía que haber dicho que (en muchas ocasiones) la mujer ni siquiera sabe que está siendo maltratada, de manera que acaba siendo asesinada sin haberle ni siquiera dado tiempo a pedir ayuda para salvarse. Señores de la novela negra, ¿tan poco nos interesa el perfil psicológico de la víctima?
– ¿Has terminado?
– No.
Un manifiesto en contra de la violencia de género no debe pedir más vigilancia policial ni más protección para la mujer. Un manifiesto en contra de la violencia machista debe ir al origen del problema, a la Historia, a las raíces del mal, del maltrato a la mujer, de la misoginia. Un manifiesto no debe tener un tono de duelo, sino de declaración de guerra. Y hablar de la educación. De la marginación de las carreras de humanidades. De la supresión de la asignatura Educación Para la Ciudadanía, donde se enseñaba al adolescente a no ser violento, donde se animaba a la mujer a empoderarse. Eso es lo que se espera de un manifiesto.
– Ponerse en primera línea de fuego.
– Eso es.
Leemos el último párrafo y (si el tema no fuera tan serio) nos echaríamos a reír. El manifiesto en contra de la violencia de género se justifica delante del género masculino y les pide perdón porque (precisamente) son hombres los que lo firman. Sublime.
– ¿Por qué escribes todo esto?
– Porque alguien tenía que hacerlo.
El manifiesto de las semanas negras en contra de la violencia de género está escrito (supongo) con las mejores intenciones, pero aquí las mejores intenciones no bastan. Si para escribir una novela estamos obligados a investigar y tardamos años en terminarla, ¿cuánta más información deberíamos recabar y cuánto tiempo deberíamos dedicar para dar forma a un manifiesto de semejante seriedad, de semejante envergadura social? Y cuando se firma un papel (esto es algo más que un papel) hay que leerlo, y después de haberlo leído, leerlo otra vez. De lo contrario podríamos estar firmando algo que (en realidad) no compartimos.
Quiero ser el primero en firmar un manifiesto de las semanas negras en contra de la violencia machista, pero uno que no empiece con una abstrusa cita que (además) ha sido escrita por un hombre. No cuesta tanto encontrar alguna frase feminista escrita por alguna mujer. Dejo algunos nombres: Sor Juana Inés de la Cruz, Emilia Pardo Bazán, Ana María Matute, Carmen Martín Gaite, Gloria Fuertes, Rosa Montero, Wislava Symborzka, Herta Müller, Magdalena Tulli, Tony Morrison, Gabriela Mistral, Rosa Chacel, María Zambrano, Virginia Woolf, Alfonsina Storni, Carmen Laforet, Almudena Grandes…