¡Qué barbaridad! Te levantas y ves los periódicos horrorizado. Los papeles de Bárcenas, la imputación del asesor de las infantas, el informe favorable a los policías del 25S y todo ello tapado por un partido de fútbol. ¡Qué asco! ¡Basta!
Hoy me tomo un descanso. Necesito cargar pilas. Hasta mañana no volveré a escribir de política. Necesito dejar a un lado toda esa miseria interesada, corrupta y salvaje que nos rodea y no encabronarme denunciando tanta mierda.
Y lo hago. Mientras que sobre Génova 13, rue de la Corrupción, se ha instalado una tormenta que amenaza con convertirse en un huracán y destruir a los mentirosos y corruptos, yo decido vivir al margen en mi Kabila Tarraconense. Y para ello me ha ayudado Plom, ese perro que de vez en cuando viene a verme. Hoy su visita le ha resultado provechosa, porque ha dado cuenta de unos restos de un cocido y le han puesto de muy buen humor.
Y me lo ha agradecido acompañándome a correr, en un día esplendido, con sol, sin viento y una temperatura cercana a los diecinueve grados. Una maravilla. Hemos hecho nuestra carrera juntos, viendo almendros que anuncian el principio del buen tiempo, naranjos con frutos sin recoger y unos campos hermosos, verdes o marrones, dispuestos para renacer.
Hemos gozado con las vistas, con el aire, con el sol. Me he sentido vivo por encima de mis posibilidades, y en el MP3 que llevaba me he puesto música italiana y francesa de mis tiempos, que me ha ayudado a olvidar por un buen rato las miserias que nos rodean.
He procurado apartarme de lo que nos rodea y pensar en cuestiones agradables, en gente buena, en mi gente y, cuando he vuelto, mi cuñado ha grabado este pequeño vídeo donde se ve un almendro en flor, las montañas de Els Ports –mis montañas— y a Plom, este perro que viene a buscarme, de vez en cuando, sin otro interés que pasar un rato conmigo.