Me he dado cuenta de que esta crisis está llena de contradicciones. Los comerciantes salen cada día en los medios de comunicación lamentando la bajada de sus ventas, pero, a la vez, veo los mismos escaparates de siempre con los mismos precios excesivos de toda la vida. Botas que llegan hasta los 200 euros o más, abrigos y vestidos que nunca bajan de los 100 euros. Nada es más barato, y mucho menos la comida. Piden que consumamos, pero siguen ostentando el mismo desafío en las fasturas.
Y lo peor es que esas contradicciones llegan hasta mi teléfono y mi correo electrónico. Mientras los trabajos penden de un hilo y las deudas que tenemos con los bancos se hacen impagables del todo, tengo que capear, un día sí y otro también, con ofertas de diferentes entidades bancarias que me tientan con créditos instantáneos y plazos cómodos de pagar. ¡Le damos 12.000 euros ahora mismo! o ¡Tenemos una tarjeta de crédito sin coste de mantenimiento para usted! son algunos de los ganchos. Y eso no es todo. Llevo días recibiendo llamadas de empresas a las que no recuerdo haber dado mi número, pero que me han cazado sin ningún pudor y se empeñan en venderme seguros de vida, seguros sanitarios y cursos on line.
¿Es que no se dan cuenta que así espantan a la gente? Quieren vender seguros y cursos, pero lo hacen tan desesperadamente que consiguen el efecto contrario. Y, por otra parte, ¿por qué se engañan? ¿Quién les va a comprar o a solicitar créditos cuando mañana mismo podemos estar en el paro? Esas son algunas preguntas que me vienen a la cabeza. Y si la respuesta es que lo hacen porque la gente sigue consumiendo y pidiendo dinero al banco, entonces, no entiendo la crisis. Que alguien me la explique desde un punto de vista sociológico, que es el que necesito.