El otro día estuve con Gonzalo Hidalgo en Plasencia y le recordé que su Conversación era finalista en el Premio Dulce Chacón de Zafra. A pesar de que entre las elegidas estaban también las novelas de Juan Marsé y de José María Merino —el criterio cronológico de las bases del premio es algo excéntrico—, parece que dimos por hecho que el jurado iba a debatir finalmente entre su libro y Absolución, de Luis Landero. Y así las cosas, con esa confortable manera de verlas que tiene GHB, con la parsimonia con la que encubre su lucidez mental, me recordó Gonzalo el discurso del actor, guionista, productor y director Santiago Segura en la entrega de los Premios Goya de 2012. A saber, que entre nominados como Daniel Brühl —joven aún para recibir el premio—, Luis Tosar —premiado varias veces merecidamente—, Antonio Banderas —reconocida estrella internacional— y José Coronado —más nuestro, y anunciante de yogures para hacer de vientre—, el premio debía de ser para este último. Y decía Gonzalo que si se diese el caso, el Coronado sería Luis Landero. Ayer al mediodía, después de una llamada de mi hermano con la noticia del Premio Dulce Chacón de 2013 para Conversación (Barcelona, Tusquets Editores, 2011), envié a Gonzalo un mensaje inaplazable de enhorabuena por haber sido él, finalmente, «Coronado». No sabe Gonzalo —es posible que sí— cuánto le agradecemos muchos que él siga hablando, quiero decir, escribiendo; y cuántos creemos en que —aparte premios— el mero hecho de que él escriba «es lo único que sigue teniendo sentido a estas alturas, o, si no sentido, al menos un punto ilusorio de eficacia» (Conversación, pág. 183).