Desde que empezó a hablar nos hemos comunicado con palabras constantemente pero últimamente los diálogos simples referentes a necesidades básicas como el hambre o el sueño, han ido evolucionando hacia comentarios acerca de sus sentimientos y sus pocas pero intensas vivencias.
Mientras me explicaba todo lo que había hecho estos días, me lo miraba y pensaba en que hacía poco, muy poco, lo tenía ahí mismo, estirado a mi lado pero ocupando la mitad de la mitad del espacio; llorando, durmiendo y enganchado al pecho. En un periodo de tiempo de tres años, ha pasado de ser un bebé a ser una persona con la que hablo, me río, lloro, me enfado y comparto mi vida.
Ya sabéis que me gusta hablar. También me gusta escuchar. Mi primera conversación con mi niño la recordaré siempre, estirado a mi lado, mirándome con esos ojitos dulces, sonriendo gracias a unos bonitos recuerdos. Tendremos que repetirlo.