Conversaciones con mi hija

Por Mbbp

Faltan ya un par de días para que se acaben estas vacaciones estivales con mi querida hija. Sin duda es una oportunidad impagable para acercarnos mutuamente e ir tejiendo esta hermosa complicidad que, desde siempre, hemos tenido ambos. Dicen que siempre existe entre un padre y su hija. Pero la verdad es que nuestra relación siempre ha sido intensa, desde que, ya de bebé, muchas fueron las noches que se dormía plácidamente tomándome con su manita mi dedo índice, cuando reía a diario en la bañera salpicándome para invitarme a jugar con ella o cuando, aprendiendo a andar o a ir en bicicleta, se caía y antes de reaccionar, me miraba con sus lindos ojitos para decidir si reir o llorar ante mi presencia. Creo ahora que más que cuando mencionó su primer “papá, me entusiasmó oir su primer “yo“, en ese momento en que pretendía hacer todo por ella misma, como meterse la papilla en la boquita, dar sus primeros pasos o apagar y encender el interruptor de la luz, para disgusto de su propia madre que siempre afirmaba “Miguel, tu hija es autosuficiente, todo lo quiere hacer sola… se parece a ti“, obsesionada como estaba en sentirse útil como madre con ella.

A pesar de que el trato con mi hija es constante y fluído (aunque reconozco que cada día más es “telemático”, estamos en la época que nos toca vivir), lo primero que me he percatado este verano es de cómo mi hija ha ido creciendo día a día para irse convirtiendo en toda una señorita, pues sus 11 años no han pasado en valde. Hoy habla, sonríe, piensa, se mueve, premeditando sus gestos e intentando causar una buena impresión ante las personas de su alrededor. Es algo tímida y, a ratos, incluso vergonzosa. Si tiene suficiente confianza -como conmigo la tiene- empieza a revindicar su propio criterio personal y a cuestionar los puntos de vista, opiniones y actos ajenos, dando su propia versión, lo que reconozco me encanta de ella, como de toda mujer con carácter y criterio propios y que se hace siempre respetar. Aún no los impone como de adolescente hará, pero ahora si discrepa aún después de dialogar, guarda en silencio su propia razón. El mundo va rápido hoy en día y, a su edad -en la que nosotros sus padres apenas teníamos opinión ni criterio propios-, mi hija ya negocia con tesón su propio criterio, aunque lo razona y acaba aceptando o no la razón, jugando a ser adulta, tal vez por primera vez en su vida.

Desde siempre, sin pretender hacerle crecer antes de lo que le toca, siempre he tratado a mi hija como una persona, respetando su criterio propio y dándole más responsabilidad, en función de cada edad y de su momento vital. Creo sinceramente que eso le otorga la autoestima suficiente para madurar firme y segura, necesaria para vivir en este mundo loco. Aunque seguramente cualquier hijo de separados tienen el dudoso privilegio de madurar, antes de tiempo! También es verdad que, aún intentando en todo momento mantener ese punto de vista infantil y de ilusión de un niño, nunca he intentado ocultarle la realidad, como conmigo hicieron. Creo que debe acercarse a la realidad poco a poco y que el papel de nosotros sus padres es ayudar a interpretarla, cuando a veces para ellos y/o para nosotros mismos es difícil de entender.

Pero, sobre todo, mi hija me enseña! Me enseña a vivir, a sentir intensamente y a recobrar la ilusión necesaria para hacerlo siempre con la mejor sonrisa y dedicando mi mayor esfuerzo a vivir el “ahora”! En eso, los niños son nuestros grandes maestros! Y en estos días, en nuestra diaria conversación ambos estirados en la cama antes de dormir (que ahora pienso que me hubiera encantado tener a mi con mis padres y que nunca tuve), hemos charlado de muchos temas y hemos intercambiado confidencias que estrechan aún más los lazos que deben siempre existir entre los padres y sus hijos. Mi hija aprende día a día… y yo también! Ella a reflexionar por si misma y a tomar sus propias decisiones en función de su edad y atendiendo a las consecuencias, mientras que yo aprendo a dejar de lado mis esquemas hoy caducos y a ser cada día más espontáneo y a sentir lo que siento viviendo el hoy, recuperando ese niño que todos llevamos dentro y que poco a poco debe volver a salir!

Así, casi han trancurrido nuestros siempre escasos 15 días de vacaciones de verano juntos, en los que ambos hemos crecido un poco, nos hemos querido más y mejor, pero, sobre todo, hemos compartido momentos siempre singulares e irrepetibles, que ambos recordaremos con ilusión. También sé que, año a año, esos momentos estelares y mágicos se harán cada día más esporádicos, pues ella pronto será una mujercita y deberá iniciar su propia vida -con sus luces y sus sombras, propias-, aunque sabiendo que su padre, con sus aciertos y sus errores, lejos o cerca de ella, siempre está y estará en su corazón… como ella en el mío!

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