Los materiales que recopila este libro eran inéditos, sólo habían aparecido en la prensa de entonces, de cuando Tolstói estaba vivo e iban a visitarlo los periodistas con la intención de charlar con él y reflejarlo en sus crónicas. Con el subtítulo “Encuentros en Yásnaia Poliana”, este breve libro, que incluye fotografías, nos abre un poco más el camino hacia ese hombre de barba kilométrica y ojos de sabio, al que todos describen como alguien amable y de trato afable a pesar de su mirada hosca. Pese a su edad y de los achaques, Lev Nikoláievich Tolstói aún estaba dispuesto para el humor negro: Se había hecho ya tarde. De repente de nuevo un telegrama urgente del correo especial de Tula. Tatiana Lvovna abre el telegrama. Un periódico petersburgués pide informar de manera creíble sobre el estado de salud del escritor. Hay que responder y enviar la respuesta con el mismo correo especial que espera. La condesa Sofia Andréievna se sienta a la mesa en un rincón y pregunta qué escribir. -Escribe que ha muerto y que ya lo enterraron –dice con una sonrisa Lev Nikoláievich. -Pero seguramente se necesita la firma “Lev Tolstói” –se oye una voz. Todos se ríen. Y Lev Nikoláievich ríe más que los demás. Su secretario, V. Bulgákov, contó de un episodio parecido en la vida de Mark Twain, cuando el escritor norteamericano escribió en los periódicos que los rumores de su muerte eran, en gran medida, exagerados. Lev Nikoláievich se rió de manera contagiosa. La conversación cursó sobre Mark Twain, después sobre otros escritores. [Traducción de Jorge Bustamante]
Los materiales que recopila este libro eran inéditos, sólo habían aparecido en la prensa de entonces, de cuando Tolstói estaba vivo e iban a visitarlo los periodistas con la intención de charlar con él y reflejarlo en sus crónicas. Con el subtítulo “Encuentros en Yásnaia Poliana”, este breve libro, que incluye fotografías, nos abre un poco más el camino hacia ese hombre de barba kilométrica y ojos de sabio, al que todos describen como alguien amable y de trato afable a pesar de su mirada hosca. Pese a su edad y de los achaques, Lev Nikoláievich Tolstói aún estaba dispuesto para el humor negro: Se había hecho ya tarde. De repente de nuevo un telegrama urgente del correo especial de Tula. Tatiana Lvovna abre el telegrama. Un periódico petersburgués pide informar de manera creíble sobre el estado de salud del escritor. Hay que responder y enviar la respuesta con el mismo correo especial que espera. La condesa Sofia Andréievna se sienta a la mesa en un rincón y pregunta qué escribir. -Escribe que ha muerto y que ya lo enterraron –dice con una sonrisa Lev Nikoláievich. -Pero seguramente se necesita la firma “Lev Tolstói” –se oye una voz. Todos se ríen. Y Lev Nikoláievich ríe más que los demás. Su secretario, V. Bulgákov, contó de un episodio parecido en la vida de Mark Twain, cuando el escritor norteamericano escribió en los periódicos que los rumores de su muerte eran, en gran medida, exagerados. Lev Nikoláievich se rió de manera contagiosa. La conversación cursó sobre Mark Twain, después sobre otros escritores. [Traducción de Jorge Bustamante]