Más allá del resultado final del partido, más allá del duelo entre los dos mejores jugadores del mundo y de cualquier otra valoración que quiera hacerse del clásico entre el Real Madrid y el Barcelona, yo me quedo con la diferencia entre la forma de entender el fútbol y la vida de ambos técnicos. Así, mientras Guardiola dejó claro que puede llegar a morir con sus ideas, Mourinho me dio la sensación de tener unas ideas que lo llevaron a la muerte. Me explico.
El partido no puedo empezar peor para el Barcelona ya que, todavía sin haber transcurrido un minuto de partido, el error de Victor Valdés al intentar –como siempre– evitar a toda costa sacar el balón de su zona de peligro con un pelotazo, propició que el Madrid anotara por parte de Benzema el gol más tempranero de la historia de los “partidos del siglo”. Sin duda, el guión soñado por cualquier aficionado del Madrid y la pesadilla que ningún barcelonista quería ver materializada. El Madrid tenía la oportunidad de dar carpetazo a la Liga si ganaba este partido y el panorama no podía presentarse mejor. A pesar de ello, en ningún momento se atisbó en el rostro de los jugadores del Barcelona la más mínima muestra de desconcierto, nerviosismo o duda ante lo que ellos debían hacer. El equipo azulgrana siguió a lo suyo y el gol tempranero del Real Madrid no modificó la idea de ganar la batalla en el centro del campo y, a partir de ahí, lograr la victoria. Una batalla que se empezó a ganar con la inclusión de Alves como interior derecho y la unión de Busquets, Xavi, Iniesta, Cesc i Messi en la zona de tres cuartos.
El Madrid por su parte veía ratificado su gran momento de forma con el gol de Benzema y parecía que la idea de Mourinho de alinear a Di María, Ozil, Benzema y Cristiano Ronaldo juntos podía sorprender al Barça. Un planteamiento que poco a poco se fue diluyendo a causa de la acumulación masiva de los hombres de Guardiola en el centro del campo y que propició un dominio cada vez mayor de los azulgrana que se materializó con los goles de Alexis, Xavi y Cesc. Y es en ese momento, con el 1-3 campeando en el marcador, donde debía relucir más que nunca la figura de Mourinho y, bajó mi punto de vista, la eficacia del portugués brilló por su ausencia. El por muchos considerado mejor técnico del mundo tan solo realizó cambios superfluos de “hombre por hombre” que dieron continuidad al mismo planteamiento que les estaba llevando a la derrota. Quitó a Ozil para dar entrada a un prácticamente inédito Kaká, y dio entrada a Khedira y Higuaín por Lass y Benzema, respectivamente. Y yo me preguntó si perdiendo 1-3 no debía prescindir de un defensor o de un mediocentro defensivo para incorporar a más hombres de ataque para incomodar al rival. No se trata tan solo de cambiar a jugadores o modificar el sistema, sino de lo que transmites con tus cambios. Mourinho nos hizo ver con sus cambios que no tenía más ideas para derrotar al Barcelona y que cualquier modificación extraordinaria repercutiría negativamente en su equipo. Y otra pregunta me viene a la cabeza, ¿solo puede aspirar el Real Madrid a perder 1-3 ante el Barcelona? ¿No se podía intentar nada más?.
Con todo, veo a jugadores vestidos de azulgrana que defienden un estilo en el que creen y ello les lleva a la victoria. Por otra parte, veo a los jugadores blancos deseando creer que lo que su entrenador les dice que les llevará a superar a su máximo rival pero desesperados porque los hechos dicen lo contrario. Por una parte veo convicción, por la otra obsesión y desesperación. Y ninguna imagen lo plasma mejor que ver a Casillas intentando sacar rápido tras atrapar un balón para lanzar una contra y acabar pegando un pelotazo sin sentido al ver que sus compañeros están más preocupados por no perder la marca que por atacar. Y ello con el resultado 1-3 en su contra.