Convivencia religiosa y democracia en la Iglesia. P. Carlos Rosell De Almeida

Por Joseantoniobenito

Encuentro con el Islam en el marco de la "III Cumbre América del Sur - Países Árabes - ASPA 2012" "El lenguaje de las aves: Diálogo interreligioso y la Alianza de las Civilizaciones". Del 18 al 21 de Septiembre de 2012, B

Con motivo de la Cumbre ASPA 2012, los peruanos tuvimos la oportunidad de conocer la gran riqueza que ha aportado la cultura del Islam a la humanidad. Para ello, la Biblioteca Nacional del Perú, convocó a los  países integrantes del Foro de las Alianzas de las Civilizaciones, en los que el Islam sigue siendo una fuerza de renovación cultural y espiritual para que los ciudadanos en general tengan la  oportunidad de acercarse a otra manera de entender el mundo.

 El pensamiento islámico, contrastado con el cristianismo y el judaísmo fue el puente para conocer algunas de las expresiones culturales y/o religiosas más bellas y profundas del Islam.

El título de este encuentro parte de una cita del Corán (XXVII,15)en la que se lee: "..y Salomón fue el heredero de David y dijo: ¡oh, hombres!, hemos sido instruidos en el lenguaje de los pájaros y colmados de todo bien.." una figura simbólica que alude a un conocimiento universal sagrado destinado para todos los hombres.

Este encuentro con el Islam, vía un diálogo interreligioso, se llevó a cabo en la  Biblioteca Nacional de Lima: Av. De la Poesía 160, San Borja.

El martes tuvo lugar la Mesa redonda de las tres religiones monoteístas con el tema "Convivencia religiosa y democracia" por parte de tres representantes.

La perspectiva del Islamismo estuvo a cargo del Imam Ahmed Mohammed Mahmoud Aly, de la Asociación Islámica del Perú enviado por el Ministerio de Hacienda y Misiones de la República Árabe de Egipto, auspiciada por la Embajada del Estado de Palestina en el Perú

La visión del Judaísmo estuvo a cargo del Rabino Guillermo Bronstein, Seminario Rabínico Latinoamericano Marshall T. Meyer de Buenos Aires. Facultad de Agronomía, Universidad de Buenos Aires.

La perspectiva del Cristianismo estuvo a cargo del Padre Carlos Rosell De Almeida, quien generosa y amablemente me ha enviado su texto completo. Mil gracias. Rector del Seminario de Santo Toribio de Mogrovejo (Lima). Director de Estudios Teológicos de la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima. Vicario episcopal del Clero. Miembro del equipo de redacción de la Revista Teológica Limense. Ingeniero Civil (UNI 1993). Dr en Sagrada Teología (Universidad de Navarra 2007).

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Convivencia religiosa y democracia

P. Carlos Rosell De Almeida

In corde Mariae

En primer lugar, agradezco la invitación que me hicieron llegar para participar en esta mesa redonda. Al mismo tiempo, expreso de todo corazón mi alegría por compartir esta mesa con el Rabino Guillermo Bronstein y el Imán Ahmed Mohammed Mahmoud Aly. Como sacerdote de Cristo, príncipe de la paz (cf. Ef. 2, 14) me siento contento de compartir con ustedes este tema que es de gran importancia para poder vivir aquello que todos nosotros, independientemente de nuestro credo, queremos y aspiramos, y es "vivir en paz".

La paz es un anhelo de toda la humanidad. Y la paz es "don de Dios". El Papa Juan XXII decía en su Encíclica Pacem in terris que "la paz en la tierra, suprema aspiración de toda la humanidad, es indudable que no puede establecerse ni consolidarse, si no se respeta fielmente el orden establecido por Dios"  (Juan XXIII, Pacem in terris n.1)

Quisiera exponer este tema "Convivencia religiosa y democracia" en dos partes. En primer lugar, señalaré de una manera sucinta la valoración de la democracia en la doctrina de la Iglesia. Luego, como segundo punto, indicaré unas bases para una convivencia religiosa en democracia.

1. Valoración de la democracia en la Doctrina de la Iglesia.

El hombre es por su propia naturaleza un ser social, pues necesitamos de los demás. Nadie puede vivir solo. Ahora bien, la sociedad que es el "conjunto de personas humanas", o mejor dicho "la comunión de personas" requiere una "autoridad". "Una sociedad bien ordenada y fecunda requiere gobernantes investidos de legítima autoridad, que defiendan las instituciones y consagren en la medida suficiente, su actividad y sus desvelos al provecho común del país" (Juan XXIII, Pacem in terris, n.46) 

¿De dónde viene en último término la autoridad? La Iglesia enseña que toda autoridad viene de Dios (cfr. Rm 13, 1-6). Pero no en el sentido que Dios elige un presidente o un gobernante -Dios no se equivoca-. Debe entenderse en el sentido, ya indicado, de que el hombre ha sido creado por Dios como "ser social", y toda sociedad necesita alguien que la ordene. Y en la naturaleza humana se encuentra la capacidad de "ordenar" dado que somos seres racionales. El poder de una autoridad concreta para que sea verdadero debe ser participación del poder de Dios que es sobre todo amor.

San Juan Crisóstomo señala: "¿Qué dices? ¿Acaso todo gobernante ha sido establecido por Dios? No digo esto, no hablo de cada uno de los que mandan, sino de la autoridad misma. Porque el que existan las autoridades, y haya gobernantes y súbditos, y todo suceda sin obedecer a un azar completamente fortuito, digo que es obra de la sabiduría divina" (San Juan Crisóstomo, In Epist. Ad Rom, c.13, I-2, Hom. 23: MG 60, 615)

Conviene preguntarnos ¿Cuál es la principal misión de una autoridad? La autoridad está para "servir" a la comunidad de personas. Por ello, quienes detentan el poder de regir una sociedad tiene la obligación de servir a cada una de las personas de dicha sociedad. La autoridad consiste en la facultad de mandar según "la recta razón".

Ahora bien, toda autoridad, debe de tener en cuenta siempre "la centralidad de la persona humana". En efecto, todas las instituciones, organismos y autoridades que existen en una sociedad deben de velar por el profundo respeto a la persona humana. En definitiva, la doctrina social de la Iglesia nos habla del bien común. Es decir, el conjunto de condiciones que hacen posible una vida plenamente humana. Nos dice la Gaudium et spes: "Es preciso que todo lo que el hombre necesite para llevar una vida dignamente humana se le haga asequible, como son: el alimento, el vestido, la habitación, el derecho de fundar una familia, el derecho a la educación, el trabajo.. y una justa libertad incluso en el campo religioso" (Constitución Gaudium et spes n.26)

La democracia en cuanto sistema de gobierno es una forma de autoridad, y es una modalidad "legítima".  Decía Juan XXIII que "el hecho que la autoridad provenga de Dios no debe en modo alguno deducirse que los hombres no tengan derecho a elegir los gobernantes de la nación, establecer la forma de gobierno y determinar los procedimientos y los límites en el ejercicio de la autoridad" (Juan XXIII, Pacem in terris, n.52)

La democracia como forma de gobierno en el que sale elegido aquel por quién vota la mayoría, hace posible la participación libre, y responsable de los ciudadanos. Esto es un valor a destacar. "La Iglesia aprecia el sistema de la democracia en la medida en que asegura la participación de los ciudadanos en las opciones políticas y garantiza a los gobernados la posibilidad de elegir y controlar a sus propios gobernantes, o bien la de sustituirlos oportunamente de manera pacífica" (Juan Pablo II, Centesimus annus n.46)

2. Bases para una "convivencia religiosa" en democracia.

La democracia "sin más", sujeta a los vaivenes de las ideologías no es garantía de respeto a la persona humana. Una deformación de la democracia es "la dictadura de las mayorías". Nos decía el Beato Juan Pablo II que "una auténtica democracia es posible solamente en un Estado de derecho sobre la base de una recta concepción de la persona humana" (Juan Pablo II, Centesimus annus, n.46)

Esto implica que partamos de una ética apoyada en la ley natural. Pero ¿qué es la ley natural? Son todas las exigencias que brotan de la naturaleza humana que es racional. Cada ser humano, cada persona humana, posee un valor sagrado y tiene unas exigencias irrenunciables.

Quisiera remarcar tres exigencias que he llamado "sagradas", porque están íntimamente unidas al hecho de que la persona humana es "imagen" de Dios. Estas tres exigencias me permiten señalar una "base" común entre las confesiones religiosas que hacen viable la "convivencia religiosa".

(1) El valor sagrado de la vida humana.

El primer derecho de la persona humana es el derecho a la vida. En Gn 1, 26-28 se nos indica que el hombre es creado a imagen y semejanza de Dios. De toda la creación visible, el hombre es lo más importante. Por ello, el ecologismo no puede perder de vista la centralidad del hombre en el mundo visible.

La vida humana no está sometida a la democracia, ni a las mayorías, debemos de defender el valor intrínseco de cada vida humana. En este sentido, es importante unir fuerzas para velar por la vida del concebido no nacido. Una sociedad que no respeta la vida humana desde el primer momento de su concepción, es una sociedad donde ya no se puede hablar de "convivencia pacífica". ¿Acaso podemos hablar de convivencia pacífica cuando se asesinan impunemente personas humanas en el mismo vientre de sus madres?

Además, el respeto a la vida lleva a preocuparnos por una sociedad más justa y solidaria. La justicia es un atributo del Dios cristiano, de Yahvé, y de  Ala. Todos estamos involucrados en forjar una sociedad donde cada vida humana sea respetada y no carezca de lo imprescindible para vivir dignamente.  Quienes estamos aquí, estoy seguro, estamos convencidos de la importancia de forjar una sociedad donde vivamos la fraternidad.

Creer en el único Dios, nos dice el CEC, lleva a reconocer la unidad y la verdadera dignidad de todos los hombres (cfr. CEC n. 225). Formamos parte de la "familia humana". Pero, no puede haber familia sin el respeto a la vida humana, a toda vida sin importancia de razas, credos o clases sociales. La Madre Teresa de Calcuta decía que ella no ayudaba sólo a los católicos, sino a todos, porque para el único Dios que existe todos somos iguales.   

(2) El valor sagrado de la familia.

La familia es una institución fundamental para señalar la convivencia pacífica. Es en la familia donde crecemos, maduramos, adquirimos valores y recibimos nuestras creencias religiosas. Por ello, es fundamental que, sea cual sea el credo religioso, cuidemos el valor sagrado de la familia que se constituye sobre el matrimonio, el cual es siempre entre un varón y una mujer. La familia, nos dice la Iglesia, es "santuario de vida y de fe".  

La convivencia pacífica pasa por la familia. Si en las familias no hay paz, difícilmente habrá paz en la sociedad dado que como sabemos la familia es la célula básica de la sociedad. El respeto hacia los demás debe de forjarse en la familia. Por ello, es de vital importancia que los padres de familia eduquen a sus hijos sobre el fundamento de las virtudes. Una comunidad donde no se vive el respeto es porque en esa comunidad la misma familia no está forjando el respeto entre sus miembros.

(3) El valor sagrado de la libertad religiosa

El tercer punto que es importante señalar aquí es la "libertad religiosa". Es uno de los derechos fundamentales del hombre. El hombre es un ser religioso. Religión viene de re-ligare, en efecto, gracias a la religión el hombre vuelve a unirse con Dios. La persona humana es un ser abierto a Dios. Está en nuestra naturaleza esa apertura a la felicidad infinita que para nosotros sólo es posible en la comunión con el Ser supremo. El hombre es capax infiniti. Martin Buber, filósofo judío a quien admiro, decía que "el Tú fundamental del hombre es Dios" (M. Buber, Yo y tú).

Es importante reconocer el valor de la religión. No es una alienación. Es trascender a lo que nos supera porque ese mismo impulso está en nuestro corazón. Dado que el hombre es un ser religioso, profesa un determinado credo, y toda autoridad debe de velar para que se salvaguarde ese derecho.

La Iglesia reconoce lo de verdadero, santo y bello que existe en las religiones. Nos dice el documento Nostra aetate –el cual habla de la relación de la Iglesia con las religiones no cristianas- que la Iglesia católica no rechaza nada de lo que hay de santo y verdadero en otros credos. "Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que por más que discrepen en mucho de lo que ella profesa y enseña no pocas veces reflejan un destello de aquella verdad que ilumina a todos los hombres" (Declaración Nostra Aetate n.2)

La Iglesia abre sus brazos a las grandes religiones de la humanidad. A los judíos, hermanos mayores en la fe. "La Iglesia reconoce que los comienzo de su fe y de su elección se encuentran ya en los patriarcas, en Moisés y en los profetas, conforme al misterio salvífico de Dios" (Ibid., n.4). Valoramos la fe de los  musulmanes. "La Iglesia mira con aprecio a los musulmanes que adoran al único Dios viviente y subsistente, misericordioso y omnipotente, Creador del Cielo y de la tierra" (Ibid., n.3).

La libertad religiosa es garantía de paz, pues en las religiones hay un anhelo de paz, quienes deforman la religión son "los fundamentalistas". El Santo Padre ha estado hace algunos días en Líbano. Ahí ha señalado que "el fundamentalismo es siempre una falsificación de la religión y va contra el sentido de la religión, que, en cambio, invita a difundir la paz de Dios en el mundo. Por tanto, el compromiso de la Iglesia y de las religiones es aquel de cumplir una purificación de estas tentaciones, iluminar las conciencias y hacer de tal manera que cada uno tenga una imagen clara de Dios. Debemos respetarnos unos a los otros. Cada uno es imagen de Dios y debemos respetarnos recíprocamente. El mensaje fundamental de la religión debe estar contra la violencia, que es una falsificación como el fundamentalismo, debe ser la educación, la iluminación y la purificación de las conciencias, para favorecer el diálogo, la reconciliación y la paz" (Benedicto XVI, 14. 09. 2012).

Síntesis

Para concluir con mi modesta intervención quiero fijar a manera de síntesis tres ideas:

(1) El hombre por su misma naturaleza vive en sociedad y requiere una autoridad. En ese sentido, la autoridad es necesaria. Una legítima autoridad es la que viene por la vida de la democracia. Se trata de una forma de ejercer la autoridad.

(2) La democracia, como cualquier forma de gobierno, no es sin más neutra; para que sirva al hombre debe respetar la dignidad de la persona humana. Cada persona humana es única, insustituible, es "imagen" y "semejanza" de Dios.

(3) Tres pilares que forjan una convivencia religiosa en paz son: la vida humana, la familia, y la libertad religiosa. Las tres se reclaman mutuamente. Hay una mutua relación. Respetar la vida que es sagrada es el primer paso para hablar de convivencia; respetar la naturaleza de la familia como santuario de vida y de fe es fundamental para poder hablar de personas con valores. Y la libertad de profesar el propio credo garantiza la naturaleza religiosa de cada ser humano. Concluyo mi intervención invitando a todos a defender estas tres realidades sagradas –vida, familia y libertad religiosa- que se fundamentan en nuestra relación con el Dios vivo y verdadero.

Que el Señor los bendiga. Gracias.