El origen del Síndrome de Down
Lo normal en la especie humana es tener 23 pares de cromosomas, incluyendo dos cromosomas sexuales, que hacen total de 46 en cada célula. Sin embargo, a nivel mundial 1 de cada 700 niños nace con una copia extra del cromosoma 21 (o una parte del mismo) en vez de los dos habituales. Esa trisomía del par 21 es el responsable de este trastorno genético caracterizado por la presencia de un grado variable de retraso mental y unos rasgos físicos peculiares que le dan un aspecto reconocible.
Pasarán muchos años hasta descifrar las características completas de la enfermedad. Actualmente, se sabe que, además de sufrir esta enfermedad, las personas tienen también una probabilidad algo superior a la de la población general de padecer algunas enfermedades de corazón, inicio temprano del Alzheimer, un mayor riesgo de leucemia infantil, defectos cardíacos e inmunológicos, y disfunción del sistema endocrino, debido al exceso de proteínas sintetizadas por el cromosoma “extra”.
Métodos actuales de detección
Cualquier mujer, a cualquier edad, puede tener un hijo con Síndrome de Down pero sabemos que los embarazos con trisomía aumentan exponencialmente si la edad de la madre es superior a los 35 años.
A parte de los habituales análisis bioquímicos y físicos del feto a principio de gestación, y la peligrosa amniocentesis que consiste en la punción ecoguiada de la cavidad amniótica por vía abdominal, existen hoy en día otros tipos de análisis no invasivos e inofensivos para la madre y el hijo para detectar alteraciones cromosómicas. Se sabe que cuando una mujer está embarazada, su sangre lleva, además de su ADN, el ADN del feto. Los análisis de cribado prenatal no invasivos evalúan el riesgo de anomalías cromosómicas fetales midiendo la cantidad relativa de cromosomas en la sangre materna. Los avances actuales en el descifrado genético permiten asegurar un pronóstico seguro, reduciendo las tasas de falsos positivos y los riesgos de aborto característicos de la biopsia corial y la amniocentesis.
Hacia la terapia cromosómica
El hallazgo del equipo científico de la Universidad de Massachusetts en Estados Unidos no podía ser publicado en otra revista que no fuese la prestigiosa “Nature”. La proeza del equipo de investigadores no fue quitar el cromosoma supernumerario, sino “inactivarlo”. Y para ello, simplemente han cogido como referencia un mecanismo natural que funciona en la mitad de los seres humanos que habitan esta tierra: las mujeres. El sexo de cada uno de nosotros está determinado por un par de cromosomas llamados sexuales, XY para los caballeros y XX para las damas, que contienen no solamente información genética que ” decide” el sexo de una persona, sino también muchos otros genes primordiales para el desarrollo.
Si miramos el ejemplo de los hombres, parece ser que un solo cromosoma Y es suficiente para transcribir la información genética de los varones. El “problema” de las mujeres es que tienen dos cromosomas X, lo que es en realidad demasiado para el correcto desarrollo del ser vivo. Para evitar que, como en el caso de la trisomía 21, el cromosoma “extra” no cause una sobredosis de información genética, uno de los dos miembros de la pareja X está “dejado de lado” o silenciado. En las primeras fases del desarrollo del embrión femenino, uno de los dos cromosomas X produce, vía un gen llamado Xist, una gran cantidad de ARN no codificante que, literalmente, van a cubrir el cromosoma y enrollarlo, como una araña enrolla a su presa con un capullo de seda. El gen Xist reprime la expresión de un cromosoma X que, después de haber sido inactivado, se queda pegado a la pared del núcleo de la célula en la forma que los biólogos llaman “Corpúsculo de Barr”.
En el estudio publicado en Nature, los investigadores hicieron una especie de “copiar y pegar”, insertando el gen Xist en uno de los tres cromosomas 21 de las células madre cultivadas en laboratorio de una persona con síndrome de Down. A los pocos días, este gen hizo su trabajo y “silencio” este cromosoma extra convirtiéndole en Corpúsculo de Barr genéticamente inactivo.
Los autores del estudio fueron aún más lejos en sus investigaciones para comprobar la eficacia del proceso. Se interesaron más concretamente en estudiar 2 genes llevado por el cromosomas 21: el gen que codifica la enzima DYRK1A, cuya sobreexpresión parece estar relacionada con la aparición del retraso mental de los pacientes con síndrome de Down, y el gen de la proteína APP que, producida en exceso, explica el aumento del riesgo de las personas con trisomía 21 en desarrollar la enfermedad de Alzheimer. En ambos casos, los genes fueron reprimidos en su totalidad o parcialmente.
Es evidente que este hallazgo puede ayudar a mejorar nuestra comprensión de la enfermedad y de todos los trastornos que decaen de este gen adicional. Las expectativas son grandes para los pacientes y sus familiares para tener algún día una terapia potencial. Hasta ahora los avances de la ciencia aún no han permitido mejorar las capacidades intelectuales de estas personas. Queda mucho por hacer, pero sin duda las terapias actuales más eficaces siguen siendo la estimulación precoz del enfermo y el cambio de mentalidad de la sociedad. Lejos de ser “tontos”, las personas con síndrome de Down son personas muy cariñosas, generosas y con un gran espíritu artístico. En muchas ocasiones mi tío Eric me ha demostrado ser bastante más cabal y tolerante que muchos de nosotros los “normales”.
No podría terminar este post con otra nota de alegría. Os dejo la entrevista de Quim, el aprendiz periodista con síndrome de Down, al profesor Salvador Martínez Pérez anatomoneurólogo del Instituto de Neurociencias de Elche quien ha sido en muchas ocasiones reconocido por sus investigaciones sobre el síndrome de Down.
Elodie Brans.