Muchas situaciones que son habituales como salir a comprar, ir al cine, conducir hasta el trabajo o salir con amigos, para algunas personas que sufren ansiedad son auténticos retos.
En este post vamos a intentar cambiar de “sufrir ansiedad” a “convivir con la ansiedad”.
De muchos son conocidos los síntomas que acompañan, cada día, a estas personas como son palpitaciones, sudoración, tensión muscular, mareos… Síntomas que, una vez descartados problemas médicos, se generan y alimentan con los pensamientos irracionales que les hacen perder el control de muchas de las situaciones cotidianas.
Hoy no nos vamos a centrar en definiciones, sintomatología ni diagnósticos de los trastornos de ansiedad, puesto que les corresponde a los profesionales de la salud que a ello se dedican y que, por otra parte, ofrecen soluciones tanto psiquiátricas como psicológicas con muy buenos pronósticos.
Vamos a desarrollar consejos y recursos muy sencillos para convivir con la ansiedad y no sufrirla.
SALIR DE LA ESPIRAL DE LA ANSIEDAD
Ante determinadas situaciones, nuestros sistemas de “alarma” se despiertan y nos provocan determinados síntomas. Si la interpretación que damos a estos síntomas es “estoy agobiado”, “no puedo”, “esto es lo peor”, empezaremos a sentir más miedo y agudizar dichos síntomas. Automáticamente ponemos nuestro cuerpo en alerta por lo que los pensamientos son aún más negativos “me va a dar algo” “no lo puedo resistir” y la sintomatología es más intensa y molesta, por lo que comienza una espiral donde es difícil de salir.
Es importante darnos cuenta que los síntomas no son los protagonistas. Nuestro pensamiento está relacionado de manera directa con la emoción. Cómo nos sintamos depende en gran medida de lo que nos digamos a nosotros mismos. Si nos pensamos, nos escaneamos y chequeamos continuamente, todo gira en torno a la ansiedad. Sin embargo si dejamos de ocuparnos de los molestos síntomas y damos protagonismo al paisaje donde estamos, los olores, otras conversaciones y disfrutamos ese momento presente y concreto, posiblemente los síntomas seguirán pero seremos capaces de ir debilitándoles. Es mejor dejarlos estar sin prestar atención.
Dejemos, por tanto, de darle el protagonismo a la ansiedad, dejemos de hablar de ella, de buscar sobre ella, de comentar sobre ella porque alimentamos las interpretaciones erróneas que aumentarán los síntomas y caeremos otra vez en la espiral.
Intentemos interpretar los síntomas de manera tranquilizadora y no alarmante. No necesitamos estar perfectos para salir de la zona de control que nos aporta la ansiedad, podemos salir con dolor de cabeza o con palpitaciones y veremos que todo aquello que anticipábamos no es para tanto y podemos llevar una vida normal y placentera, eso sí, no perfecta.
Trabajar los pensamientos irracionales que alimentan la ansiedad también es importante para salir de la espiral. Una técnica sencilla y eficaz es la parada de pensamiento que con práctica nos ayudará a paralizar este diálogo interno negativo que nos genera muchas emociones desagradables.
También aplicaremos técnicas de relajación. Es muy útil la respiración diafragmática, que explicamos a continuación de manera muy sencilla: nos sentaremos o tumbamos en un lugar cómodo, colocamos las manos debajo del ombligo, cerramos lo ojos y nos imaginaremos que nuestra tripa es un globo que se infla y se desinfla. Introducimos despacio aire por la nariz mientras la mano que tenemos en en el ombligo se hincha poco a poco, soltaremos, también despacio, el aire por la boca como si vaciásemos el globo completamente. Para automatizar estos movimientos es útil practicar cuantas más veces mejor.
Por último no nos cansamos de repetir los beneficios del ejercicio físico y una alimentación sana. Acompañados siempre de los “pequeños placeres” que nos gustan como salir con amigos, leer en nuestro sofá favorito, dejar pasar el tiempo en una terraza mientras nos da el sol, reirnos o simplemente descansar.
Y nunca nos tenemos que olvidar que tener síntomas es señal de que ¡estamos vivos!.