Cooperantes, solidaridad y riesgos.

Publicado el 10 agosto 2014 por Youssef
Cartel de la película ´Estallido`, Hollywood metiendo miedo con el virus
La actualidad viene marcada este verano por el virus del ébola y su consecuencia más inmediata, el peligro de contagio y la muerte probable. El mundo sigue desangrándose por los cuatro puntos cardinales con guerras y conflictos de más o menos intensidad; pero no nos engañemos, el protagonista es el ébola, el que ha venido abriendo portadas de telediarios y ocupando grandes espacios en la prensa. Creo que incluso han programado películas en algunos canales televisivos relacionados con la temática. Me viene a la mente "Estallido", protagonizada por Dustin Hoffman, filme que trató el asunto desde la perspectiva militar. Como toda noticia tiene su nivel de impacto máximo entre la población, es muy probable que, salvo novedad de última hora, el virus del ébola sea olvidado con rapidez.
Al margen del cuestionable tratamiento informativo que se le está deparando a este problema de salud pública, al que no hay que banalizar pero tampoco dar más importancia de la que tiene, el tema ha vuelto a poner sobre el tapete la función de los cooperantes y voluntarios que trabajan en ongs involucradas en proyectos asistenciales en los países del tercer mundo.
A mí siempre me ha llamado la atención esto de la cooperación, por varios motivos, tal vez el más importante es debido a que existe un negocio enorme en numerosas organizaciones no gubernamentales. La misma Cruz Roja Española sufrió hace algunos años episodios vergonzosos entre algunos de sus altos directivos. No fue -y me temo que no es- la única organización. En realidad utilizar ongs como plataforma para hacer negocios no resulta tan raro. Me decía hace tiempo un empleado de banca que en su sucursal estaban escandalizados por las nóminas que cobraban los ejecutivos de cierta institución de ayuda solidaria. Es moneda corriente.
El segundo motivo suele ser la parafernalia que se monta en torno a la "ayuda al desarrollo", expresión que vuelve a producirme un cierto distanciamiento, puesto que, a la postre, eso de ´ayudar`siempre supone una cierta superioridad: "te ayudo porque soy superior a ti, o más fuerte, o tengo más recursos, tú eres el débil y tú necesitas MI ayuda". Se establece aquí una jerarquía perniciosa de la que también se benefician los países ayudados, me refiero al nivel administrativo y al ámbito de la corrupción. En efecto, "ayuda al desarrollo" no solo puede arrastrar afán de notoriedad, superioridad y corrupción en origen, sino que despierta estas mismas ansias en los países destinatarios, "ayuda al desarrollo de algunos bolsillos", hemos visto en muchas ocasiones.  En África Occidental y en otras regiones del mundo gran parte de las asociaciones y entes locales están sumidas en la corrupción más absoluta, llegando inclusive a las grandes instituciones internacionales. Este problema no es nuevo y se conoce bien. Podríamos seguir escarbando en la herida, cosa que haremos en sucesivos artículos, pues entiendo que la ayuda al desarrollo es susceptible de crear espacios para que el mal prospere.
Me centraré en la cuestión del cooperante, aquella persona que decide emplear parte de su tiempo en trabajar para una ong en uno o varios proyectos asistenciales.  Volvemos a la terminología, ´cooperante`, el que coopera, en este caso el que coopera ayudando, pero esa cooperación, en numerosos casos, es retribuida, por tanto estamos hablando de un trabajador que desempeña un oficio o profesión determinados, y que se somete también a riesgos de los que está informado previamente. Estos cooperantes asumen riesgos en mayor o menor medida, y suelen ser desplazados a lugares de cierta conflictividad social, o crisis humanitaria sobrevenida. El palabro ´cooperante`tampoco me gusta pues no refleja fielmente lo que hacen dichas personas. En muchos casos gozan además de ciertas ventajas y estatus respecto a otros trabajadores que también pueden estar en el mismo país de destino pero sin la protección de una ong ni el escudo institucional. Está pasando estos días con trabajadores que desempeñan sus funciones para empresas privadas en Guinea, Nigeria y otros países del África Occidental y no se habla de ellos en los medios de comunicación a pesar de tener los mismos riesgos o incluso más; sin embargo ser cooperante genera prestigio social, da caché.
Ya digo, en el tema de la cooperación hay mucho que rascar y cuando se empieza a hacerlo, nos podemos encontrar capas poco limpias y costras formadas por acumulación de intereses, prebendas institucionales, negocios encubiertos, influencias locales, solidaridad que se confunde con afán de notoriedad, etc.
En el pasada solo había un tipo de cooperante, el ´misionero o misionera` gente que se jugaba la piel -y se la siguen jugando- en el más absoluto de los anonimatos. No iban a los países pobres para pasar una temporada o tener una experiencia solidaria, como dicen ahora. Iban para quedarse y morir en muchos casos, sin publicidad, sin presentación informativa ni grandes titulares, en silencio, a veces casi en la invisibilidad. Se sigue haciendo.
Pero la postmodernidad ha traído nuevas formas y usos, todo se profesionaliza, regula y administra, y ha cuajado en el imaginario colectivo la ayuda al desarrollo, el famoso 0,7% y otras sandeces parecidas que casi nadie cumple. No digo que esto sea en sí malo, no, sino que hay aprovechamiento y negocio.
Mucha gente desea dedicar su tiempo a colaborar en proyectos, y lo hacen honradamente, sin pedir nada a cambio. Para ello tienen que pasar por estructuras asociativas, integrarse, pagar inclusive cuotas sociales, costearse la formación, etc. Está bien ejercer la solidaridad; pero en este ámbito, como en todos, el engaño y el fraude se suceden, no podemos ignorarlo.
Otro nivel de cooperación se da entre personas que, a título individual y sin formar parte de ninguna organización, desarrollan su propio proyecto, bien en solitario o echando una mano en grupos locales. Estos ya no tienen soporte institucional de ningún tipo, van a "pecho descubierto", se exponen y hacen lo que pueden, a veces mucho más que instituciones con grandes medios. Pasan desapercibidos, su solidaridad se ejerce en el anonimato más absoluto. Conozco varios casos. Y son los que más me gustan y aplaudo. Se necesita arrojo, valentía, compromiso al máximo, buenas ideas y fuerza de voluntad para llevarlas a cabo. Por supuesto las personas que se encuentran en tal situación sufren mayores riesgos y no son protagonistas de noticiarios ni pasan a engrosar las estadísticas oficiales, según las cuales en la última década cerca de 3.000 cooperantes (españoles) se han visto involucrados en actos de violencia (ver, por ejemplo, las estadísticas de Aid Worker Security Data Base -AWSD-), una cifra elevada que no representa toda la dimensión del problema.
Asumido entonces que la ayuda al desarrollo es una realidad creciente, habría que establecer cauces adecuados de inspección y control, especialmente en los países destinatarios, donde suelen ver al cooperante como un "monedero con patas" facilitador de dinero, papeles y lo que sea necesario. En el sur de Marruecos, Sahara, Mauritania, Senegal, Cabo Verde, etc., son expertos en crear sinergias para aprovecharse de esas ayudas. Siempre aparecen ´facilitadadores`que introducen a la ong en el lugar, crean las condiciones propicias de confianza y seguridad. A veces estos facilitadores hacen lo mismo en ámbitos profesionales y empresariales. ¡Cuántos empresarios occidentales han sido desplumados en estos países! ¡Cuántas ongs modestas han fracasado en sus proyectos! Es algo habitual en países con índices de corrupción elevados.
Todo ello hace que las fuerzas destinadas a resolver problemas no sean aprovechadas en la debida manera, que muchos cooperantes acaben por renunciar a su labor, que otros se integren en lucrativos negocios, que otros más utilicen la cooperación como plataforma profesional para lograr puestos en instituciones más prestigiosas... y que la población local acabe por ser más perjudicada que beneficiada en este proceso de ayuda - cooperación - desarrollo.
Por estas razones siempre he preferido la iniciativa privada, sí, incluso en temas de desarrollo social. Y sigo admirando la labor misionera de mujeres y hombres, también de algunos cooperantes y de muy pocas ongs.

También podría interesarte :

Quizás te interesen los siguientes artículos :