Autoeditado 2011
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He de confesarlo: no sé si les habría prestado la misma atención si en lugar de una maqueta perfectamente terminada, me hubieran dado un triste CD con el nombre de Copo escrito con rotulador indeleble en la carátula. Corría el año 2008 cuando Jaume me dio en el Pub Waimea, el primer disco de los Copo, por nombre “Laberintos de hielo” –mi copia numerada es la 005–. Empecé a escucharlo con tan solo tocar aquel cartón blanco recortado y me dije, de algo hecho con tanto cariño y de una forma tan artesanal, no puede salir algo banal.
Al escucharlo en casa, me encontré con un producto crudo, quizá algo áspero al gusto, donde unas composiciones que ya me parecían brillantes, intentaban que un sonido con densidad y textura premeditadamente incómoda atrapara al oyente y lo condujera a través de las cuatro canciones del disco y no tan solo por encima de ellas. Una en concreto captó mi atención, la que acabaría incluida en el disco "Recopilación CAC 2008. Esto es Valencia, ¿acaso no lo eres tú?" (Saimel Ediciones, 2008): “Buzos y sirenas”.
A finales de 2008, Copo vuelve a meterse en el estudio para facturar la que será su segunda maqueta “Matrioshka”. En ella son ya seis las canciones que quedan registradas, entre las que se encuentran clásicos de su repertorio como “Mil colores” o “Meteórica #1”, aunque, mención aparte merece el tema que abre el disco, la inconmensurable “La V Guerra Mundial”.
Este tema, donde el grupo alcanza una de sus cimas compositivas, tiene ya el sello Copo, sonido y desarrollo son propios y exclusivos de la banda. Añadan a lo dicho una más que exquisita y deslumbrante carpeta de presentación para la maqueta en la que la manufacturación vuelve a hacer de cada ejemplar un objeto de deseo, convirtiendo todos y cada uno de los ejemplares de este disco en joyas de coleccionista.
Y llegamos al presente con el disco que nos ocupa: “Juegos de Invierno”, tercero en la carrera de los de Canals. Con un delicado, definido y muy cuidado arte final (http://ilustrakatiuska.blogspot.com), grabado y mezclado en enero de 2011, ve la luz tras varios intentos fallidos y prudentemente desechados con la única intención de alumbrar un trabajo bien hecho y del que la banda se sintiera completamente satisfecha. El resultado es un total de siete canciones inteligentemente ordenadas, con las que Copo han firmado el que es su disco más exultante, denso y a la vez optimista de su trayectoria, y en el que se atisban nuevas trayectorias e intenciones, sin abandonar las líneas maestras sobre las que ya se movían.
El disco abre y cierra con la inquietante, lacónica y expeditiva “La conciencia del perdedor” y la lapidaria “Para cuando no esté”, respectivamente. La primera, una digna sucesora de aquella “La V Guerra Mundial”, solo que más serena y comedida, abriendo el disco (excelente presentación); la segunda, más trascendente y reflexiva, como es bien lógico, para cerrarlo. En su acertada disposición, estas dos canciones enmarcan el resto del disco.
Copo La impecable e inmortal “La casa del árbol”, en su enésima formulación, hace las veces de puente entre anteriores y nuevas propuestas, traída para no desligar pasado y futuro. Un tema de soberbia factura y magistral ejecución, con una cadencia hipnótica y uno de los mejores desarrollos de todo el disco.
El corte número tres, “En el centro de la espiral” –mi favorito, aunque negaré haber dicho esto-, es el más eufórico y contundente del disco. Si ha de añadir una canción a su particular recopilatorio, o si descubre a Copo con este disco, amigo, apueste por esta canción: tras un par de escuchas volverá a por el resto.
En “A punto de estallar” el disco se toma un nuevo respiro antes de hacer que todo salte por los aires con la chispeante y punto evidente “Sácame a bailar” que nos presenta unos Copo con un descarado optimismo que atan más corto en la que sí es –siempre a fe de quien esto firma–, la obra maestra del disco: “Los espejos de Tedd” (y de esta opinión sí me responsabilizo). Ritmos secuenciados y cajas de ritmo con cierto aire retro irrumpen con fuerza y sin vergüenza alguna, dando un vigor y una energía de nuevo cuño, una nueva emoción a las canciones.
Y abarcándolo todo, un sonido impecable, elegante, de un fulgor tenue y una luminosidad gris, respetuosa –y consecuente- con el carácter pretendidamente adusto del sonido Copo. Un nuevo disco de estos valencianos que debe colocarlos en el lugar que se merecen y en el que han apostado, una vez más, por la autoedición, única opción posible cuando el grupo quiere centrarse en lo que es su única responsabilidad: crear canciones. El resto, es industria, y a otros compete.
Javier Pérez Montes
CCCCC
La casa del árbol
En el centro de la espiral
A punto de estallar
Sácame a bailar
Los espejos de Tedd
Para cuando no esté
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Juegos de Invierno