Coqueteando con la deflación

Publicado el 16 agosto 2013 por Vigilis @vigilis
Hey, tenemos buenas noticias: la prima está en mínimos, la Eurozona sale de la recesión, la liga empieza ya, vamos a recuperar Gibraltar... descorchemos el champán. Mmm, vaya, no tenemos champán.
Hablemos de cosas graves, de Mordor y de la terrible tormenta. Un paseo por las tablas del INE, nos escupe un frío dato: a impuestos constantes, la variación interanual del IPC se coloca en terreno negativo. Ok. La primera idea que nos viene a la cabeza es que somos más baratos y por lo tanto más competitivos. El buen dato de la balanza comercial parece cimentar esta hipótesis. Pero hay otra explicación (o si se quiere, una explicación más completa).

Tanto la balanza comercial como la deflación real que tenemos pueden estar indicando una caída de la demanda interna sin parangón. Para una economía como la española que depende fundamentalmente de su demanda interna, es una noticia terrible. Si hubiera periódicos en España, las portadas abrirían con esto a cinco columnas, pero como no los hay, tenemos culos, chorizos y bobadas varias.
Aceptemos que por sí sola una caída de la demanda interna no tiene por qué significar algo horrible: basta con que nuestros clientes en el exterior nos compren muchas cosas. Nuevo problema: quitando los automóviles, lo que exportamos son cubalitros de kalimotxo y naranjas. Nadie puede competir con nuestras naranjas y bebidas baratas pero sí con nuestros coches. La cosa pinta fea.

Recesión de balances
Un tipo llamado Richard Koo explicaría la situación con su teoría de la recesión de balances. Siguiendo al señor Koo, el pasivo de las empresas españolas es mayor que su activo y esto hace que se muevan para desapalancarse. No hay inversión nueva ni creación de riqueza, sino pura supervivencia en espera de una mejora de la situación. Eso por el lado del pasivo. Por el lado del activo tenemos bienes que no rinden: maravillosas urbanizaciones vacías e inversiones que no producen lo esperado.
Una empresa que esté reduciendo su apalancamiento, también va a ejecutar parte de su activo. Por ejemplo, los bancos tratan de deshacerse de su patrimonio inmobiliario. Cuando en un barrio con doscientos pisos, los bancos ponen a la venta cien, las familias que viven en los otros cien ven cómo parte de su riqueza —invertida en el piso donde viven— se evapora. ¡Puf! La población se vuelve más pobre. Y ni sabe de dónde le vienen las collejas.

Birmanas de visita en Londres, 1935 (General Photographic Agency).

La depreciación general de los bienes, viene acompañada por una reducción del ahorro y de los salarios. El BCE ve que el dinero se mueve menos (o mejor dicho, se mueve del sur europeo a Alemania) y decide colocar los tipos de interés en un nivel muy bajo. "Animemos el cotarro", dicen. Pero el cotarro no se anima. La gente no pide créditos porque no tiene con qué respaldarlos. La clase media se empobrece y los créditos que circulan son para sobrevivir, no para invertir de cara a un aumento de la riqueza. Desde luego que a esto no le ayuda nada que los bancos se endeuden con el BCE al ¿0,5%? para comprar deuda pública al ¿4%? ¿Cómo van a asumir riesgos estos bancos si Bruselas los está cebando? Y aparecen los titulares: "éxito en la emisión de deuda pública". Ya. Éxito para cuatro y el de la trompeta.
Podemos continuar con este juego un tiempo más. Pero no mucho. Japón jugó a este juego durante veinte años, claro que en Japón la gente tenía trabajo y sus empresas exportaban productos que no tenían competencia. En España hay provincias con un 35% de su población activa sin trabajo y las naranjas molan, pero dudo que sirvan como base productiva para un país que quiera estar en el primer mundo.

Quince minutos para comer en la fábrica de aviones. Y ni uno más: hay una guerra que ganar.

¿Soluciones? :(
En este punto siempre surge la pregunta por la solución e ipso facto, la muy española costumbre de aportar soluciones muy locas. Por ejemplo, están los comunistas que dicen que la deuda no se paga y listo. Genial. Esa es la versión educada de usar al ejército para una guerra de saqueo. Enviamos a los marines a Frankfurt, que vacíen las cajas de los bancos y a vivir. Lamentablemente, aunque una quita de la deuda parezca que ayude, no soluciona el problema. Es más, lo puede agravar, ya que aumentaría la desconfianza hacia nosotros. La solución ortodoxa sería devaluar la moneda, cosa que no podemos hacer. Sospecho que una devaluación ayudaría al desapalancamiento. El problema de esto es que los activos rentables perderían también parte de su valor. Es decir, tras la devaluación tendríamos menos deuda pero todos seríamos más pobres, con lo que podría aumentar todavía más el paro. Lo que no tengo claro es que de seguir la deflación-provocada-por-la-deuda no llegue un punto en que la devaluación sea una opción a considerar (i.e. salir del euro, o echar a Alemania). Llegado a ese punto el dilema sería ético: se estaría ayudando a los burros y perjudicando a los listos. Y hacen falta listos. Lo peor que nos puede ocurrir es que las empresas que funcionan, huyan.

El arte de la guerra.

Por el término medio existe una innumerable serie de medidas que sin ser en sí mismas una solución total, podrían ayudar. Liberalizar sectores (farmacias, taxis, registradores, funerarias, notarías, casinos...), cortar el gasto público suntuario (diputaciones, observatorios del mejillón), no impedir que se pueda contratar gente, quitar intermediarios y burocracia, eliminar subvenciones a gremios, deportes y Cultura de todos los presupuestos públicos, restablecer el principio de jerarquía en la administración (en serio, para fusionar dos ayuntamientos pequeños en Galicia, estuvieron un año gimoteando, Alemania Oriental con sus 16 millones de habitantes tardó seis meses en ser fagocitada). Medidas conocidas que afectan al statu quo de la gente que menos afectada se ve por la crisis, y cuyo miedo a lo desconocido crea resistencias que son externalidades negativas para toda la sociedad.
Graciosamente, ni aún así se podría hablar de recuperación, ya que esas medidas van dirigidas a que no haya que recortar las becas de comedor en los colegios y a que se sigan colocando prótesis de 60.000 euros en ancianos de 95 años (¡no a los recortes! braman por las calles). Son las naranjas lo que nos debe preocupar. Eso que llaman los pomposos "modelo productivo". Para el cambio de modelo no hay fórmulas mágicas. No se puede planear en un despacho que dos adolescentes en un garaje inventen el concepto de ordenador personal. No hay atajos.

Pure pleasure!

Para acabar de complicar el cuadro, tenemos a la vista el tercer rescate a Grecia (España aporta un 10% de cada trituración de dinero en Grecia), Francia yéndose por la alcantarilla, Italia y Portugal dando firmes y seguros pasos hacia el tercer mundo. También tenemos a Holanda cuya deuda del sector inmobiliario asciende a la hilarante cantidad de 650.000M € (casi 40.000 por holandés, eso no lo pagan en su puñetera vida). El panorama que nos rodea es maravilloso. ¿Y España? Pues España tiene a un tipo en el gobierno que perdió dos elecciones contra la persona más burra de la historia. Un presidente que no sabía quién llevaba las cuentas en su partido. También, para no asustar a nadie, no diré de dónde viene nuestro carísimo petróleo (pringoso líquido del que depende todo lo demás). Genial todo. Estamos en la senda de la recuperación, sin duda. Fracking no, etc.

Por último: en todo esto hay algo más que no entiendo y que nadie me explica: ocho años después de la guerra, Alemania Occidental estaba dando ayudas al desarrollo a otros países. Siete años después de tener un 20% de paro, Estados Unidos se convirtió en la primera potencia industrial del mundo. ¿Alguna lección de esto?
Más:
  • Juan Laborda - España entra en deflación por deuda
  • JR Rallo - La recesión de balances
  • Miguel Ángel Díez - Alternativa al Apocalipsis
  • Presentación de la teoría de Richard Koo sobre la recesión de balances. No deja de ser un modelo para explicar lo que ocurre, así que tómenlo con cautela y recuerden: "no hay atajos".