¿Cuántos de nosotros hemos sentido el anhelo de ser padres? ¿Quienes hemos tenido esa chispa que brota en el corazón por el deseo de tener hijos al ver una familia caminando con sus niños?
Pero para poder tener un corazón de padre hay que tener primero un corazón de hijo.
En Proverbios 4:1, 3 dice: “Oíd, hijos, la enseñanza de un padre; estad atentos para adquirir entendimiento. Pues yo también fui hijo de mi padre.”
Para poder darles a nuestros hijos buenos consejos y enseñanzas, primero hay que aprender a recibirlas de nuestros padres.
Para poder dar amor a los hijos que anhelamos tener algún día, primero hay que aprender a recibir amor de nuestros padres y de los que nos rodean, aún cuando sea difícil y tengamos que abrir nuestro corazón.
Si como hijos escuchamos las palabras sabias de nuestros padres, nuestros hijos escucharán también las nuestras.
Si como hijos valoramos y disfrutamos el tiempo con nuestros padres, nuestros hjos también le darán valor al pasar tiempo con nosotros.
Si aprendemos a recibir reprensión y castigo de nuestros padres, nuestros hijos aprenderán a dar fruto de obediencia.
Si tenemos el corazón de un hijo, podremos dar el cuidado y la protección de un padre.
Si aprendemos a perdonar a nuestros padres, aprenderemos a perdonar a nuestros hijos y amarlos en todo tiempo.
Si hoy buscamos el calor y la armonia en nuestra familia, amigos, seres queridos, nuestros hijos buscaran el calor en nosotros como padres.
Si hoy le damos prioridad en nuestra vida a Dios como nuestro padre, nuestros hijos también tendrán a Dios como prioridad.
Si tu anhelo es tener hijos, confía en Dios, y Él hará, pero primero honra a tu padres con todo tu corazón.