Córdoba lejana y sola

Publicado el 18 noviembre 2012 por Alejandropumarino

Así empezaba el romance de Lorca, como la evocación de la muerte que sufría un jinete nocturno. Como la que encontró un hombre de mediana edad al arrojarse desde una ventana de su vivienda. La noticia no hubiese trascendido de no poder publicar titulares relativos ala relación existente entre intentos autolíticos y deshaucios; la diferencia, en este caso, estriba en que el suicida sufría una enfermedad mental y, por las razones que fuesesn, quienes pretendían desalojarlo de la vivienda eran sus propios familiares.

La mujer que se arrojó a la calle el día que se ejecutaba la hipoteca de su piso, ingresaba, junto con su marido, unos cuatro mil quinientos euros mensuales, que no es moco de pavo, y las razones que la empujaron a terminar con su vida fueron, a buen seguro, más complejas que la ejecución legal a la que se veía sometida.

Con la violencia de género ocurre otro tanto. Aunque existen maltratadores que deben ser perseguidos con toda la fuerza de la ley, muchas muertes de esposas a manos de sus maridos no son, ni mucho menos, la culminación de malos tratos, sino que pueden encuadrarse en lo que siempre se dio en llamar crímenes pasionales. Tampoco tienen justificación alguna, y debe caer sobre el asesino, sobre cualquier asesino, el castigo legalmente establecido, lo que no me parece válido, y mucho menos a nivel estadístico, es incluir este capítulo con el de los maltratadores.

Parece que las hipotecas, que se han puesto de moda, sufrirán un acoso mediático similar. El gobierno debe andar con pies de plomo con la legislación al respecto, pues la condonación por Decreto Ley es más peligrosa que la mala prensa, situando a una buena parte de la banca española al borde de la quiebra, o directamente en ella, si es que la gente deja de pagar sus créditos porque les sale gratis. Nadie quiere recordar los tiempos en los que con el dinero que se tomaba prestado para un piso, se compraba también un automóvil de lujo y se pagaban vacaciones en el Caribe. Vivir por encima de las posibilidades es tentador, pero asumiendo el riesgo. Tirarse a la calle desde el balcón no está entre las soluciones más acertadas y debemos afrontarlo, como decía Cela, a guisa de los más elegantes gladiadores del circo romano, con una vaga sonrisa en los labios.