Lo de Francisco Nicolás Gómez Iglesias es un gran libro, siempre me negaré a catalogarlo como “culebrón” por lo despectivo que resulta, que lo estamos escribiendo entre todos. Y lo de ayer en el “Deluxe” es de juzgado de guardia, literal.
Para marcar las distancias y no engañar a nadie, porque nunca es mi intención desde estas páginas, hace tiempo que me declaré simpatizante y defensor de él, lo cual no quiere decir que él esté limpio de errores, y además es el primero en decirlo.
Francisco es una rara mezcla entre Peter Pan, Don Quijote de la Mancha y Forrest Gump, con el claro poder, al menos desde mi humilde punto de vista, y sin pretenderlo él, de desenmascarar a la gente.
Por cierto, el viernes de la semana pasada, y tras pasar por el polígrafo, se encendieron todas las alarmas, y quedó un cierto regusto a miedo. Por eso, se puede pensar que lo de ayer era una manera de desactivar las alarmas reales, o las reales alarmas, que de todo puede haber en la viña del señor, y entiéndase por “viña” incluso desde un cortijo a un palacio…
Ayer, y desde mi punto de vista, quedaron muy tocadas, y sin pretenderlo Francisco Nicolás, lo cual es lo mejor que tiene, una María Patiño, cada vez más personaje que periodista, y empeñada una y otra vez en querer ver en él el comportamiento de otros muchos que han ido pasando por el programa, y que bien pudieran ser clones los unos de los otros.
Además, la Patiño y su vena juegan, y jugaron ayer también, a dar un órdago con su solvencia profesional, queriendo olvidar que con la cantidad de veces que aseguró en su momento, que se iban a separar La Campa y Jesulín (al final más de uno estaba convencido de que no se separaban para poner más de los nervios a la periodista de raza), su solvencia hace años que quedó sepultada entre muchas capas de orgullo y paripé.
No me creí, ni me creo en ningún momento, que Francisco Nicolás, estuviera detrás del negocio de las fotos con Ylenia, porque él no tiene maldad, y se ve a la legua. Él siempre ha estado más por historias de espías, y su libido estaba en el poder.
Visto desde el otro lado de la pantalla, hace tiempo que veo en María Patiño, al poli malo y al poli bueno, pero todo junto, y revuelto, que es peor. Últimamente, y cuando va de farol, se le nota mucho, y si no va de farol, peor, que se lo haga mirar, porque entonces sus “fuentes” están más secas que la mojama.
Por cierto, tal como está el percal, creí que ya estaba vacunado contra el sonrojo, y, sin embargo, ayer lo hice en dos ocasiones, cuando oí que se ensalzaba (Kiko Hernández y María Patiño), todo es cuestión de gustos, claro, a Federico Jiménez Losantos. Sirvió de Norte de por qué zonas nos estábamos moviendo, y por qué La Patiño va siempre con la vena presta a estallar, demasiado sensacionalismo hasta para descansar.
La otra persona que ayer, no es que quedara mal, sino un pelín cruel, y como queriendo depilar con un destornillador, fue la psicóloga, Irene López Assor. En fin, me imagino que ayer su código deontológico quedó traspapelado debajo del contrato de Francisco Nicolás, que se supone le daría permiso, y sé que además va diciendo, para más inri, que “no dije ni la cuarta parte de lo que pienso y observé…”, y lo entrecomillado es literal. Lo cual induce a pensar, que al menos como jurado hubiera sido desestimada su presencia porque ya venía, presuntamente, con una clara opinión.
No se puede hacer una prueba que puede ser tan trascendental para alguien dando tanta sensación de premura, y no me refiero, por denominarlo de alguna manera, al "paciente", sino a la psicóloga. Se comenzaba prácticamente a dar los resultados, y ella todavía estaba corrigiendo, en el mejor de los casos, el último test. Se supone que los resultados se deberían de reposar, estimar, evaluar...
Esperemos que en un futuro, y personalmente temo al futuro porque todo va a peor, no se haga lo mismo con ningún resultado médico, porque en ese caso nos podemos enterar de que alguien, algún famoso, tiene cáncer porque se ha dejado chequear en riguroso directo. Y, como siempre, la culpa de darle el resultado de malos modos, tendrá él, el paciente, el entrevistado, y nunca, nunca, el programa.
En este mundo en el que la vida, la experiencia, y los años, te hacen ser un malpensado, hace tiempo que dejé de creer que las cosas pasan por casualidad. Y en el mundo televisivo, como en todos los mundos, existen también las cadenas de favor, y ayer tiene toda la pinta de que alguien, como hubiera dicho ese gran filósofo que fue Don Miguel Gila, se cobró un favor a alguien.
Esperemos que nunca tengamos que terminar esta historia con el célebre y triste “entre todos lo mataron y él solo se murió”, porque a mí, Francisco Nicolás, me produce cuando menos ternura, porque no quiero que nadie me dé pena, aunque todos los días le traten mal, como a un Forrest Gump cualquiera. Quizás, como él, como Forrest, debería de comenzar a correr, y no parar.*FOTO: DE LA RED