Antes de explicaros el porqué estoy escribiendo esta entrada y el porqué merece la pena leerla (que lo merece), me gustaría que le dedicaseis unos segundos al vídeo que os muestro a continuación. Os ayudará a entender lo que quiero transmitiros: el efecto Pigmalión.
¿Ya lo has visto? Bien, espero que te haya gustado porque me gustaría contarte el porqué me ha emocionado tanto verlo. Hace un par de meses corrí por primera vez la carrera de montaña: los 101 kilómetros de Ronda. Puedo decir sin verguenza que no estaba listo para afrontarla físicamente y sin embargo, lo logré. La única respuesta que tengo al "¿cómo?" está en el fenómeno que quiero explicaros.
Durante todos los entrenamientos luché contra los pensamientos negativos, intentando alejarlos de mi cabeza. Durante las semanas previas al evento no paré de recibir mensajes de ánimo, de admiración, de superación. Compañeros y amigos de clase me preguntaban alucinados cómo me iban, me comentaban lo orgullosos e impresionados que estaban de lo que iba a correr, me afirmaban con total rotundidad que lo iba a lograr, que podría conseguirlo.
Durante meses mis padres, mi hermano, mi pareja, mis amigos. Todos ellos me preguntaban y me animaban ilusionados sobre el evento. Por supuesto, también hablaban de los peligros de ello, pero lo hacían a sabiendas de que era mi pasión lograr ese reto.
Pero lo más increíble ocurrió en los 101 kilómetros de Ronda. Estuve más de 23 horas corriendo, andando, luchando contra un dolor brutal que me asolaba desde las primeras horas. Llevaba los pies en carne viva. Las piernas no me respondían. La cabeza latía pulsátil advirtiéndome de la locura que estaba realizando. Pero no paré, no lo hice.
Fueron más de 23 horas recibiendo whatsapps de personas como Gustavo del C.D. Hispanos que me ponían los pelos de punta. Whatsapps de mis compañeros J.Manuel y J.Javier. Whatsapps de mis amigos de carrera: Jesús, Ricardo, Juan Manuel. Y muchos, muchos más mensajes. Pero lo más impresionante fueron las llamadas, la atención continua y el chute motivacional que no paré de recibir en todo momento por parte de mi familia y de mi pareja.
Y entre lágrimas, con el cuerpo echo un gurruño y sintiéndome el corredor más feliz del mundo...entré en meta. Lo conseguí. En eso consiste precisamente el efecto Pigmalión. En eso consiste la campaña de Divina Pastora. En el efecto tan increíble que tienen las palabras, los sentimientos, todo lo que somos capaces de transmitir en la búsqueda de nuestras metas.
Toda esa positividad, esas palabras de ánimo, esas afirmaciones rotundas de que lo iba a lograr, de que podía con ello. Todo ello generó el fenómeno y me hizo CORRER, VOLAR Y NO DETENERME. En la vida, podrás lograr todo lo que te propongas si tienes las fuerzas suficientes. Eso es lo que quieren transmitirnos los chicos de Divina Pastora.
Por todo ello entiendo la campaña, por todo ello la comparto y por todo ello agradecemos a esta institución el habernos contactado. Espero que le deis mucha difusión a esta entrada y a la propia campaña, la cuál está teniendo un éxito brutal. Y lo merece, porque habla de algo que nos puede convertir en mejores corredores. ¿A qué esperas para contárselo a otros runners?