Corrección literaria II. Sus tipos.

Publicado el 16 febrero 2015 por Ana Bolox @ana_bolox

La corrección literaria

Hoy tenemos como invitado en Detrás de un escrito a Néstor Belda, profesor de técnicas narrativas, corrector y escritor. Le doy la bienvenida a esta casa y os dejo con una entrada en la que continuamos ahondando en el trabajo del corrector.

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Hace unos días, en este mismo blog, Viktor Vallés nos presentó su excelente artículo La corrección literaria: control de calidad. Hoy intentaré ir un poco más allá.

Para situarnos en el contexto, y para simplificar, una corrección literaria tiene diferentes niveles: ortografía, gramática, normas tipográficas, estilo y editing.

Partamos de la base que la única norma inviolable es la ortográfica. Esto es importante destacarlo ya que, en el resto de los aspectos, las intervenciones del corrector se hacen en calidad de sugerencia.

La gramática no es una norma

A pesar de lo que todos piensan, la gramática NO es una norma, sino una herramienta que el escritor utiliza para dar forma a su historia. Sin embargo, para que la gramática llegue a convertirse en una herramienta útil, como con todas las herramientas, primero hay que dominarla. No obstante, existen muchos aspectos gramaticales que deben respetarse como, por ejemplo, nunca se debe poner coma entre sujeto y verbo, excepto para introducir una aclaración; o el típico error en el uso del gerundio, por citar algunos.

Lo que  no viene en los manuales

Dicho esto, la verdad es que con un buen manual de ortografía, otro de gramática y uno de estilo, la primera fase de la corrección podría estar decentemente superada. Pero ahora supongamos que el escritor utiliza un flash back (analepsis). El corrector debe verificar que las conjugaciones verbales sean las adecuadas para la profundidad temporal que la trama requiere. Supongamos, también, con un ejemplo muy sencillo, que nos encontramos con una frase que dice “y entonces intentó estrangularla con ambas manos”. Solo tenemos dos manos, con lo cual decir ambas es una redundancia. Pero, además, el corrector aprovecha y encierra la palabra “entonces” entre comas para que la frase gane en cadencia. Hay redundancias flagrantes y otras muy sutiles, pero que un buen corrector debe eliminarlas para que el lector no dé un respingo al leerlas. Pero también podemos encontrarnos con que nuestro personaje, antes de que intentaran estrangularla con ambas manos, «estaba sosegada y tranquila mientras leía La muerte viene a cenar, de “Carter & West». Entonces, el corrector abre un globo de comentario y le indica al autor que sosegada y tranquila significan lo mismo y que debe elegir uno de los dos adjetivos y, de paso, introduce una corrección y escribe: «La muerte viene a cenar», de Carter & West, que es como lo indican las normas de estilo. Muchos de esos detalles (alguno ya mencionados en el artículo de Viktor Valles), lamento decirlo, no vienen en ningún manual.

Los aspectos estructurales

Como podréis apreciar, el nivel de dificultad de una corrección literaria va in crescendo, desde las normas ortográficas y el aprovechamiento adecuado de la gramática hasta cuestiones de estilo más complicadas. Pero queda un paso más: el famoso editing, el plano más duro del trabajo.

El editing es la parte que se ocupa de los aspectos estructurales de un relato (cuento o novela). Digamos que solo pueden acometer la labor de editing aquellos correctores que, además de los lingüísticos, tengan sólidos conocimientos de técnicas narrativas, y un “detector de mierda”, como sugería Hemingway.

¿Qué aspectos contempla? Mencionaré solo algunos.

  • Visibilidad: Qué momentos elige el autor para MOSTRAR (escenas) y qué momentos para explicar (resúmenes).
  • Construcción y evolución de los personajes.
  • Diálogos: Naturalidad, adecuación a los perfiles de cada personaje, utilidad, fluidez, etc.
  • Ritmo: Dominio y adecuación de las unidades narrativas.
  • Verosimilitud: Analizar si los hechos narrados responden al principio de causalidad.
  • Curva dramática: Consistencia del conflicto (sin conflicto no hay historia), aprovechamiento de las claves dramáticas, etc.

En resumen, aunque tengamos una historia muy cuidada a nivel ortográfico y gramatical, y perfecta en cuanto a normas de estilo, si tiene fallos en la organización y el desarrollo de los elementos de la estructura narrativa, ya podemos disfrazarnos de Madame Bovary, que la obra será un bodrio. Es más. Un lector soportará, incluso ignorará, que no usemos adecuadamente las comillas o una conjugación verbal, pero no perdonará un personaje inconsistente o una incoherencia que eche por tierra la credibilidad de la novela o del cuento.

Elegir corrector…

El principal escollo para encarar la corrección de una obra es el económico. Pero presentar un bodrio tiene peores consecuencias de cara a los lectores y las editoriales. Siempre se puede llegar a algún acuerdo con el corrector para llevar a cabo el trabajo.

Del mismo modo, es esencial la elección del corrector. Su intervención en la obra debe ser invisible, en el sentido de que el estilo del autor es intocable. Ese es, justamente, unos de los aspectos a observar en la labor de editing. Algunos correctores o editores intervienen la obra con una actitud tan invasiva que acaba siendo un batiburrillo en el cual la mano de su creador acaba difuminada. Recordemos unos de los casos más sonados: Raymond Carver y su editor, Gordon Lish. El corrector debe ser capaz tanto de detectar las deficiencias como la de sugerir las soluciones adecuadas, pero la reescritura siempre debe hacerla el autor, lo cual garantiza la conservación de su estilo.

Los correctores debemos actuar con la conciencia de que estamos ante una manifestación artística que, más allá de lo perfectible que sea, debe ser respetada.

Néstor Belda

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Fotografía: Jeff Sheldon, Unsplash.

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