De allí en adelante Echenoz nunca cambió de editorial. En 2001, al darse cuenta de la muerte de su editor, escribió un pequeño libro sobre algunas anécdotas que sostuvieron. Siete años después de la muerte de Lindon, Echenoz nos ofrece Correr, que hace parte, junto a Ravel y Relámpagos, de tres vidas hechas novela.
"Los alemanes han entrado en Moravia. Han llegado a Caballo, en moto, en coche,…". Emil Zátopek trabaja en una fábrica de zapatos en los días en que un desfile de alemanes ocupa su ciudad y todo el mundo queda inmóvil. Es un joven de 17 años al que le disgusta el deporte, sin saber que es lo que años después lo llevará a la cima mundial.
Tras la orden de la empresa para la que trabaja, Emil tiene que asistir a una carrera. Lo reclutan en un equipo y en él se entusiasma con el atletismo. Posee un estilo propio y raro. Empieza a obtener victorias. Corre, y eso le permite olvidarse por un rato de su entorno: la lucha por el poder, el desasosiego producido por la guerra, la censura. Se hace militar, y como atleta representa primero a su ejército y luego a su país.
Empieza a sentir cansancio y se retira habiendo registrado records mundiales en los 3 mil, 5 mil y 10 mil metros. Emil ya es noticia en gran parte de Europa, y no solo por sus hazañas: sus declaraciones, tergiversadas por los periódicos, han hecho que le nieguen la entrada a algunos países. Eso no le quita afabilidad: su gesticulación, el amor por su esposa, el deseo de ayudar a los jóvenes deportistas de su país y el trato a sus excompañeros.
Novela con tinte de un escritor que ha imaginado, vivido o estudiado tanto la guerra que teje al ritmo de las zancadas la vida de un personaje convertido en siervo del régimen y la manipulación. El resultado de tan buen pulso es un tejido que muestra el panorama social de un país tocado por el conflicto. Un tejido que tiene como forma a un hombre.
En el último capítulo: "Los soviéticos han entrado en Checoslovaquia. Han llegado por avión y en carros de asalto". Llegan y se instalan, eso es todo. Hay una diferencia: esta vez el pueblo sabe qué va a pasar, por eso Emil ya no sonríe inocentemente como lo hizo la vez que vio a los alemanes. Esta vez no se quedaron perplejos, sino que abuchearon e indicaron a los soviéticos direcciones contrarias a las que ellos preguntaban.
Carlos Alberto López Benavides Libélula Libros