Al subir a la Ermita la lluvia nos dio una tregua y parece mentira que toda la vida allí y todavía te encante lo que ves, la lluvia le había dado a todo un color especial y de buena gana te hubieras quedado allí a pasar la mañana disfrutando de las vistas, porque íbamos corriendo pero si vas paseando sin prisas es para pararte en cada esquina hacer fotos.
Al bajar se acabó la tregua y nos calló un chaparrón del quince, eso sí, no parábamos de cruzarnos con runners y bikers a los cuales tampoco les paró la lluvia
Al llegar a casa ducha caliente y rápido cambio de ropa porque estaba calada hasta los huesos, mi paravientos unas gotas las aguanta pero esta vez fue demasiado...pero que queréis que os diga mojada sí, pero feliz, también.