Crispa sobremanera, que todos los partidos tienen sus propios enfangados hasta los ojos: El PP, el caso Gütel, Bankia... Los socialistas, Filesa, Ibercorp, el Faisán, lo de la Hípica de la Mancha, los maletines en gasolineras… En CIU, sus buenas fortunas amasadas, asunto del Palau y el de los Pujol. A IU de Madrid, la Seguridad Social y Hacienda la embargan por no justificar sus gastos electorales, más el caso Mercamed en Granada y otros. En la Junta Andaluza, los EREs fraudulentos y las prejubilaciones falsas, y, ahora, ese enredo complejísimo, que, con toda probabilidad, alcanzará a los más altos cargos de la JUNTA: Han de explicar el destino de 24,1 millones destinados a atender a 4.194 ‘dependientes’ andaluces fallecidos entre 2007 y 2011. Y los Sindicatos siguen cobrando subvenciones millonarias (Publica el mundo).
La ambición incita a los instalados en la política a escamotear a Hacienda y estafar al ciudadano; así, metiendo mano al pastel, nos han forjado la España de la cleptocracia, el ‘país’, en que la corrupción es consustancial a los partidos políticos, un hecho transversal que afecta a todos y copa las instituciones públicas, el sistema financiero, la patronal, los sindicatos, grandes empresas, etc. Pero, aquí, nadie va a la cárcel, algo que no nos interesa tanto, como que devuelvan el monto embolsado e, ipso facto, sean expulsados de la política; y es que los pícaros se hallan amparados por un sólido blindaje que les brinda la conjunción de intereses que parapetan al poder político, al financiero y ciertos ámbitos de comunicación. Es un tópico irreal el que esos partidos quieren combatir la corrupción, eso se da sólo cuando se trata de la ajena; no hay ninguno que haya denunciado ni un caso de cohecho entre los suyos; aún cuando son evidentes los trinques, ellos salen poniendo la mano en el fuego por el sujeto o diciendo que no saben nada; en lo de los EREs, cuando ya se sabía que existían apropiaciones irregulares, los Jefes se habían enterado por la prensa; ellos estaban allí, sólo para medrar. El hecho más nocivo de esta democracia corrupta es que los que mandan fingen no enterarse de nada y se escudan en el tópico de que los implicados son unos pocos y aislados.
La corrupción se halla inserta en el seno de los partidos, porque priorizan la consecución y el mantenimiento del poder a los valores éticos, lo que hace que cierren los ojos ante conductas delictivas y amorales; súmase a ello, que los partidos son pirámides de burocracia y de obediencia a los jefes, en la selección prima siempre la mediocridad sobre el talento, la fidelidad al valor y a la honradez. A los partidos, no les interesa poner coto al asunto, existe una bochornosa laxitud que está provocando la ruina del sistema democrático. Hay que seguir la pauta que dicta E. Aguirre, depurar responsabilidades ‘caiga quien caiga’. Es la corrupción masiva y organizada dentro de partidos que gobiernan y han gobernado; es el robo al erario público sistematizado por aquellos que largamente han estado planteando exigencias éticas a los otros partidos y pidiendo el voto para arreglar España y llevarla por la senda de la decencia, esos que se presentan como garantes de la generación democrática; esos que no saben de explicaciones, transparencia y autocrítica, pero tratan de que la gente crea, que quieren combatir la corrupción.
Y entretanto, el gran sacrificio y la penuria la está soportando a duras penas una parte pequeña y sufrida del pueblo español; muchos viven sus dramas de pobreza, mientras va apareciendo esa manada de estafadores, que últimamente se reproducen profusamente; son esos cargos públicos que han trincado fortunas considerables, que, luego, recluyen en nidos fiscales; roban a los contribuyentes españoles, que, roídos por la crisis y los recortes, oyen que el erario público está esquilmado y, sin chistar, van tirando con la subida de impuestos y de precios; roban a estos parias que contribuyen al rescate de ciertos bancos, que pagan los pingües sueldos de los políticos –quienes no se los han reducido ni siquiera un algo- y cargan con el deber de incrementar los ingresos del Estado. Esos pícaros, políticos sin oficio ni fortuna conocidos, son pájaros que sólo entienden de la especulación, la ilegalidad y el fraude, que las fatigas dolorosas del pobre y de los seis millones de parados no les conciernen en absoluto; y, lo más irritante, es que escapan al castigo, a la restitución y a la inhabilitación y repudio.
Hay que cortar por lo sano y vivificar el régimen democrático.
C. Mudarra