Corruptos confesos, ¿y ahora qué?

Publicado el 04 noviembre 2013 por Lorena White @lorenagwhite

Creo que con programas como el de Salvados, nuestra tele mejora y nuestro periodismo también. Algunos detractores tildan a su presentador de demagogo o de partidista, pero sinceramente creo que Jordi Évole es uno de esos entrevistadores de casta que ya nos gustaría ser a muchos. Opiniones personales en cuanto a Évole a parte (para gustos los colores, oigan), lo cierto es que el programa de ayer, que iba sobre corrupción (ésa palabra que tanto suena últimamente y frente a la que parece, estamos inmunizados), fue interesante y quizá indignante por la entrevista a Pablo Crespo, presunto número dos de la trama Gürtel que ha pasado tres años en la cárcel y que se augura un futuro a si mismo poco prometedor.

Lo que más me llamó la atención de esta entrevista, fue la separación que Jordi hizo sobre su etapa como político y su etapa como empresario. Y es que Pablo Crespo fue secretario de organización del PP de Galicia. En la parte de la entrevista en la que Jordi y él repasaban esta época, él asegura que el partido se financiaba ilegalmente, que él mismo se encargaba de entregar los “donativos” de los empresarios a los políticos (“un 80% del dinero que recibíamos era así y había un 20% de personas que lo entregaban por cariño o por convicción política”), que él mismo entregó sobresueldos en sobres o en carpetas (“no es que me conste es que yo repartí esos sobresueldos”) y que, por supuesto, él también tiene papeles que pueden comprometer a gente del partido: “En la vida hay papeles a miles y la gente no se acuerda ni de lo que firma”.

Con al etapa de empresario, las cosas cambian: nada más asegurar que los partidos reciben generosas donaciones de las empresas para que se les adjudiquen proyectos, y al preguntarle si las cinco empresas que él administraba han hecho éste tipo de donativos (sobre todo en la Comunidad Valenciana), Pablo Crespo lo niega todo. Reconoce cómo se hacen las cosas pero no se mete en el saco de quién las hace. A esto hay que sumarle que hay datos que él no recuerda y que a él no le constan (expresiones con las que también estamos muy familiarizados, ¿verdad?).

Todas estas declaraciones, por supuesto, no le absuelven de su culpa en el caso de que las acusaciones sean ciertas. No hay que quitarle nada de responsabilidad a Pablo Crespo, aunque él, como Bárcenas, saque ahora a la luz las vergüenzas políticas de su partido, porque como aquél, se ha aprovechado de esta situación lo que ha podido, tanto como los que, según él, tendrían que estarse callados ahora.

Y es que, ya sabíamos que algo de corrupción había en nuestra clase política (de todos los colores y de derecha, de izquierda y de más allá) y en muchos empresarios y magnates del país, pero que un supuesto corruptor al que se le acusa de ser el segundo hombre más importante de una trama escandalosa, lo confirme (hasta donde le interesa), a algunos nos indigna y a otros nos sorprende.

Nos sorprende que alguien lo admita (aunque luego a la hora de defenderse no sea tan claro). Nos intriga qué puede pasar el día que le dé por tirar de la manta. Nos hace preguntarnos si algún juez está viendo el programa y qué estará pensando. Nos hace ponernos en la piel de más de un político que seguro se sintió amenazado por las declaraciones de Crespo (políticos que, según él mismo “se rasgan las vestiduras cuando hablan de Bárcenas y deberían estar muy callados”) y, como siempre, nos deja con un sabor extraño ya que, seguramente, la mayoria de estos supuestos delitos, o han prescrito, o se quedarán en agua de borrajas.

¿Y ahora qué?

Y ahora nada.