Cosas de críos (por Isa)

Publicado el 11 marzo 2015 por Imperfectas

Hacerse mayor conlleva la mayor parte de las veces olvidar lo que pensabas cuando eras adolescente, cómo te sentías y de qué forma te comportabas. Es normal y además es sano. El paso del tiempo y la experiencia te hacen relativizar las cosas. Justo lo contrario que cuando eres joven, que todo te parece mucho más intenso, más perdurable, más importante, más todo... 
Yo no tuve una buena adolescencia, al menos al principio. Entre los 13 y los 15 años lo pasé mal. Viví en una angustia permanente, acosada por mis complejos y por parte de mis compañeros. Un grupete de unos cinco chavales de mi clase la tomaron conmigo. Cosas que pasan. Me tocó a mí, pero podía haberle pasado a cualquiera. Me gastaban bromas pesadas, me perseguían a la salida de clase para insultarme y pegarme, me ridiculizaban en público siempre que podían... me tenían realmente aterrorizada. El resto de la clase no intervenía. Supongo que era bullyng, aunque entonces nadie le hubiera puesto nombre.
Aún me estremece recordar aquello, y lo cierto es que algunos detalles los reproduzco con nitidez cinematográfica. No, yo no he olvidado como me sentía entonces. No del todo. Como otras muchas crías de mi edad escribía mis preocupaciones y pensamientos en una libreta. Tengo varias guardadas y aunque el pudor me impide leerlas, hace algunos años, en una de mis últimas mudanzas le eché un vistazo a una de ellas. Qué horror. Solo encontré frases de odio hacia mí misma y planes suicidas. No me acordaba de eso... y casi había conseguido olvidarlo hasta que leí hace un par de meses el caso de Carla Díaz Magnien, una adolescente asturiana que se quitó la vida desesperada por el acoso que sufría de mano de sus compañeras. Elvira Lindo y Arturo Pérez-Reverte -entre otros- se hicieron eco del tema con notable maestría.
Aunque mi autoestima se quedó tocada, salí de aquello. Yo tuve más suerte que Carla. Tenía amigas. Muy buenas amigas. Ellas tendieron un círculo protector a base de sentido del humor, calor y apoyo. Fueron valientes sin ser conscientes del todo (como siempre que se es valiente) y me ayudaron a salir del pozo donde aquellos cretinos -pobres diablos- me habían hundido. Mis padres poco pudieron hacer... a esas edades, la confianza en los adultos es bastante endeble y además, nunca le dieron mucha importancia a lo que ocurría. Ellos tenían problemas de mayores. Como los que tengo yo ahora. Solo espero no olvidarme del todo, para saber distinguir qué son (o no) cosas de críos.