Cosas del fútbol

Por Francescbon @francescbon
Pues sí: voy a apuntarme a la moda fácil. Peor, voy a apuntarme tarde, cuando ya he podido (aunque no lo he hecho) darme un atracón de leer opiniones, panegíricos, críticas, alabanzas emocionadas y diatribas desde el odio de todos los colores. Así que no solo voy a ser un oportunista, sino que voy a ser un oportunista holgazán y retardado, sospechoso de tirar de la red para acumular datos objetivos que constituyan el armazón de un razonamiento.Pues no: voy a actuar con los intestinos, voy a ser lo mismo que el tipo que se presenta con la bandeja en el buffet libre y siempre se llena el plato de aquello que le apetece, no de aquello que le conviene a su salud. Voy a servirme cuatro vasos de Coca Cola mientras todos se recatan y se conforman con el agua de la maquinita de ósmosis.Chávez me caía de cojones. Me caía de cojones porque importunaba a muchos de los que odio. Seguramente los importunaba desde un culto a la personalidad excesivo, desde ese sensacionalismo que tanto nos repele a los señoritos europeos, que siempre queremos líderes discretos, callados y trabajadores. Líderes que trabajen de sol a sol y también el fin de semana, que para eso tenemos montones de facturas que pagar. Así que el defecto de Chávez era un defecto de peso, un defecto de esos que hacen irrefutable cualquier réplica. Populismo, protagonismo desmesurado, culto a la personalidad, aire paternalista, ligero mesianismo (ligero ya es muy nocivo para nuestros parámetros) y un aire chulesco y de superioridad que era exactamente la receta perfecta para que sus enemigos justificaran toda la campaña propagandística en su contra.
Chávez me caía de cojones porque no era perfecto. Porque creo que hay poca gente perfecta y si la hubiera me daría mucho miedo. Una persona perfecta seguro que es consciente de su perfección y eso es sumamente peligroso. Chávez era, por ejemplo, militar, que es algo que yo difícilmente comprendo como vocación en la vida. Tenía un fervor religioso de esos que a mí me empalagan.
Bien pensado, quizás es mejor explicar ciertas cosas usando un símil muy tosco. Como a veces pienso si no soy no tanto del Barça como antagonista a toda la chulería y la españolización que representa el Madrid, puede que fuera de Chávez, que me cayera tan bien justo porque detesto a la gran mayoría de los que él importunaba. Detesto lo que representan los que se pronunciaban contra él en vida y, muy coherentemente con su baja condición, una vez ha muerto.
Menos pobreza y menos analfabetismo. Hay bagajes que no tienen discusión posible, y ese es uno que deja la gestión de Chávez. Deja los saludos y las alabanzas encendidas de los líderes de izquierdas de la América Latina, y puede que su presencia y su firmeza tenga algo que ver en el prolongado tiempo en que no hay golpes militares que descabalguen gobiernos legítimos del poder. Deja un doble Twit de Oliver Stone, cuyas películas son irregulares pero cuya posición política es sólida, que se despide y le llama amigo entre pocos cientos de caracteres de emoción. Deja también un sucesor que ya ha especulado con alguna teoría descabellada, pero que me parece más bien un gato meando para marcar su territorio.
O un defensa central que le enseña los tacos al delantero a la primera jugada.
Cosas del fútbol.