Dice la Biblia que Dios es capaz de contar todas las estrellas del cielo, y no sólo eso, sino conocer cada uno de sus nombres. Lo mismo puede hacer con el número de pelos de una cabellera humana. La verdad es que la Biblia cuenta cosas de lo más extraño. Es un libro surrealista, la Biblia. Lo más parecido que he visto nunca ha sido a Joaquín Araujo en acción. Joaquín Araujo es un naturalista con superpoderes. Un día escuché un programa en la radio en el que Joaquín Araujo decía exactamente cuántas aves integraban una bandada. Con sólo echar un vistazo. Daba igual que fuesen cigüeñas o arrendajos. La locutora no salía de su asombro. Ni yo tampoco. Al final reveló su método de trabajo. Arrojaba a la mesa granos de arroz y con eso practicaba. Los granos hacían las veces de pájaros. Joaquín Araujo era hasta ahora lo más parecido a Dios que yo conocía. Hasta hoy. Mientras comía he visto en la tele una noticia. Hablaba de la manifestación a favor de la vida aquí en Madrid. Y del número de personas que habían acudido. Los convocantes decían que si un millón y medio. La policía que doscientas y pico mil. Supongo que a una manifestación a favor de la vida habrán acudido más personas que a otra a favor de la muerte. Deberíamos hacer la prueba. Que alguien se animase a convocar alguna a favor de la muerte, no de la muerte de nadie en particular, que eso tendría menos mérito, sino a favor de la muerte, en abstracto. Pues bien, hay una empresa que ha ideado un sistema para contar el número exacto de personas que acuden a una manifestación. Hacen fotos desde una altura de cincuenta metros, graban vídeos y después, contrastando toda la información, numeran cada una de las cabezas de los manifestantes. Es espectacular. La empresa dice que no había más de setenta mil personas. Me gusta esa empresa. Es como Dios. Supongo que podría hacer lo mismo con las estrellas del cielo. O con los pelos de mi cabeza. Cada pelo con un número. Pelos pares, pelos impares, pelos primos. Tienen razón los que dicen que todo está en la Biblia.