Mandar postales a amigos y familiares desde tu lugar de vacaciones
Sin duda estábamos ante un ritual de vacaciones. ¿Qué podía ser más típico que marcharte a la playa y, una vez allí comprar una postal, escribir un texto sobre lo bien que te lo estabas pasando y enviarla a amigos y familiares? No había muchas más opciones para probar que habías estado de veraneo en algún lugar chulo.
Hoy en día, con las redes sociales y la mensajería instantánea, el envío de postales ha perdido su sentido original, aunque no es raro ver a gente comprar postales simplemente por tenerlas de recuerdo.
Dejar pasar las 2 horas de la digestión
Sinceramente, era todo un ritual. Tú ibas a la playa con tus padres, te pasabas toda la mañana perdido de arena, bañándote y haciendo castillos en la orilla. Llegaba la hora del aperitivo, el cual te tomabas en el chiringuito, para después ir al hotel/apartamento y comer lo que fuese tocaba ese día. Tras ello, ¿qué es lo que te apetecía? Evidentemente volver a la playa o, en su caso, a la piscina. Pues no, no era posible.
¿Por qué no era posible? Porque tu madre insistía en que debías esperar las dos horas de la digestión sin meterte al agua. No había nada más frustrante que eso. Según los cánones de la época, era el momento para echarse la siesta, pero lógicamente a ningún chaval le apetecía, por lo que no quedaba otra que ver la tele un rato (por suerte solían poner alguna serie buena como El Coche Fantástico o similar) o jugar con algo.
Despedirte de tu amor de verano y no volver a saber nada más
Esos amores de verano, ¡lo intensos que eran! Parecía que no podía uno experimentar nada mejor ni más placentero que conocer, en plena adolescencia o pre-adolescencia, a tu media naranja en tu ansiado destino vacacional. ¿Cuál era el aspecto negativo? Que, llegado el final del verano, había que separarse y, tras ello, era muy difícil seguir en contacto.
Algo que hoy en día no entrañaría problema alguno, gracias a las redes sociales, WhatsApp y los teléfonos móviles, en los años 80 y casi todos los 90 era extremadamente complejo. Es cierto que existían los teléfonos fijos y el correo por carta, pero no era lo mismo. Las comunicaciones eran mucho más espaciadas, menos frecuentes y, al final, el contacto era menos y menos habitual hasta que, al final, la comunicación desaparecía por completo.
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