Cosas que hacías por La Primera…

Por Lamadretigre

… que no haces por La Cuarta.

Que Dios nos pille confesados. Alguien le ha soplado a La Cuarta que tiene derechos. Y piensa reivindicarlos. De viva voz. Y a pleno pulmón. Sospecho que ha sido La Abuela. A rencorosa no le gana nadie.

Desde que sabe que la constitución le ampara La Cuarta ha adoptado una actitud de indignada que ni la Tamagochi inaugurando blog. Ella que se ha pasado los meses en la hamaca meciéndose sola y sonriendo a todo el que se dignara a mirarle ahora me persigue a grito pelado alzando los bracitos en un ademán de extrema indignación puntuado con una jeta de sé que lo que hicisteis por La Primera.

A quién vamos a engañar. Tiene razón la pobre criatura. Haciendo examen de conciencia me doy cuenta de todo lo que hice por La Primera y no he hecho por La Cuarta como por ejemplo:

Calentar el puré. Total pa qué si está asqueroso de todas formas. Así no se acostumbra y oye, comodísimo. Que la niña tiene hambre, se le da el puré. Donde sea y como sea. Del tiempo.

Darle una dieta variada. No estamos en Casa Tigre para cocina creativa. Si a la niña le gusta la zanahoria y la judía verde pues zanahoria y judía verde se ha dicho. Total qué tendrá el brócoli o la acelga o el calabacín que no tengan la zanahoria y la judía que además le gustan. Y de fruta los clásicos: la manzana, el plátano, la naranja y, en plan innovador, una pera de vez en cuando.

Respetar sus horarios. Atrás quedaron los tiempos en los que las siestas de La Primera eran sagradas. Se paraba el mundo, se dejaba de respirar, de hablar, de vivir. Nadie salía ni entraba en casa. Muerte al que osara perturbar el sueñecito de la primogénita. La Cuarta en cambio tiene que adaptarse al horario de las demás. Que La Primera tiene ballet pues se duerme la siesta en el vestuario. Si La Segunda tiene pediatra en el coche y si La Tercera está tocapelotas se duerme al dulce ritmo de sus berridos.

Apuntarte a matronatación. Es un hecho científicamente probado que a partir del tercero los niños flotan de serie. Por necesidad. Nadie le asegura a La Cuarta mientras chapotea feliz en brazos de su madre que ésta no la suelte sin previo aviso mientras se zambulle in extremis para salvar a La Tercera que se ha tirado de bomba sin manguitos.

Descartar la arena como alimento o animal de compañía. ¿No dicen que la dieta mediterránea es la mejor? Pues si la niña está contenta comiendo arena para qué vamos a molestarla si lleva una hora sin decir esta boca es mía y yo tostándome al sol tan ricamente.

Comprar juguetes adaptados a su edad. Pretender que a La Cuarta le llegue un puzzle con todas las piezas es mucho pedir. Las torres las hace combinando cuatro piezas de Legos de distinto tamaño con los restos de unos de esos juegos de madera tan vintage que sólo nos queda una verde y dos amarillas. Los juegos esos tan educativos de encajar las formas y los colores ella los apaña con algún tacón de la Barbie, un regalito del MacMenú y unas pinzas de depilar. Eso sí que es brainstorming. Del bueno.

Alimentar falsas expectativas. La Primera hacía un gorgorito y tú ya te veías en el Liceo de madre de la sucesora de la Caballé. La Cuarta con diez meses recarga las pilas del Gusy Luz haciendo la electrolisis en la bañera y tú ni te enteras.

Inmortalizar los grandes momentos. Ya quisiera Gisele Bündchen un book como el de La Primera. Si pasáramos todas sus fotos a gran velocidad podríamos reconstruir el vídeo de su existencia fotograma a fotograma. La Cuarta en cambio es nuestro secreto mejor guardado. A veces por no quedar mal ponemos en Facebook fotos de La Tercera que se le parece bastante haciéndose pasar por ella.

Hay más. Y mucho peores. Pero no se las cuento por vergüenza. Torera.


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