En el debate que celebramos el mes pasado en torno a una novela de Markaris surgió el tema de los clásicos de la novela policial. A raíz de aquello, mi compañero Paco Torres escribió un estupendo artículo que recogía lo más destacado de la conversación y resumía lo más destacado de la novela negra. Eso ha despertado mi apetito y, obviando el hecho de que llevo muchos meses leyendo los relatos de Sherlock Holmes (ya queda poco para que se me acaben, una lástima) tenía ganas de acercarme a uno de los fundadores del género negro, que se diferencia de la mera novela policial en lo que aporta de crudeza y crítica social. El elegido ha sido Dashiell Hammett, de quien ya disfruté hace muchos años su clásico El halcón maltés.
Cosecha roja es una de las fundadoras del subgénero denominado hardboiled, que ha dado lugar a enormes cantidades de literatura barata, equiparable a las novelitas del oeste. Evidentemente, la escritura de Hammett goza de la suficiente calidad como para distanciarse de sus imitadores posteriores pero, en cualquier caso, Cosecha roja dicta muchas de las normas del género: escenarios urbanos decadentes, corrupción, crimen y mucha violencia.
El protagonista de la novela es un tipo tan frío que no parece humano. Se trata de un detective de la Continental que llega a una ciudad marcada por el dominio de varias bandas de gangsteres. Como si de un personaje de un western se tratara, se dedicará casi en solitario a limpiar la ciudad de escoria, lo que significa que los muertos se van a contar por decenas. El estilo de Hammett se parece mucho a su personaje: frío, preciso, simple y sórdido. El escritor estadounidense no pierde el tiempo en florituras estilísticas e imprime un ritmo casi cinematográfico a su relato. A veces, quizás por el primitivismo de su planteamiento, el lector que busque una crítica social más profunda puede sentirse decepcionado: la pluma de Hammett se irá puliendo en escritos anteriores.
Resulta difícil de creer que una novela como Cosecha roja, tan visual e impactante, no haya conocido ninguna versión cinematográfica pero, aunque intentos no han faltado, nunca ha llegado a rodarse. En todo caso, mientras leía, a mi mente acudían las imágenes de una de las mejores películas de los hermanos Coen, que reviso siempre que puedo: Muerte entre las flores, que recrea perfectamente el ambiente sórdido y decadente de ciudades como la Poisonville de Dashiell Hammett.