En la España postfranquista – decía esta mañana, el viejo camarada – los pactos antinatura entre la izquierda y la derecha fueron necesarios para construir los cimientos de la casa democrática. Hoy, casi cuarenta años después, la búsqueda de alianzas puntuales entre rojos y azules, invita a la Crítica a reflexionar sobre los porqués y los efectos sobre el pacto reciente entre Alfredo y Mariano. La asfixia continuada de políticas contractivas, en medio de conyunturas adversas, ha propiciado que la izquierdización de Rajoy y la derechización de Rubalcaba encuentren, en los silencios de Moncloa, un cosmético político de cara a la galería. Un cosmético, decía, porque a los hombres de negro, les da igual "so que arre" para llevar a cabo sus políticas austeras. Es precisamente, esta falta de maniobra por parte de nuestras élites elegidas, la que provoca que: progreistas – me refiero al PSOE – y conservardores - al PP – estrechen sus manos en los camerinos de Moncloa. Mientras tanto, la Izquierda de Cayo y las piedras de Aznar a su propio tejado, siembran de espinas este nuevo clima de pactos en el seno de una "holgada mayoría".