Era un día tan tonto como cualquier otro. Me miré al espejo e intenté asumir que con cinco flexiones a la semana no se consigue el cuerpo de Ibaka. Siempre me quedarán los rayos UVA y las alzas… Como consolación, después de una calentita ducha, me embadurné el cuerpo en “all over cream” y lucí como una tortita asfixiada en mantequilla. No sería Ibaka, de acuerdo, ni siquiera Iturriaga, pero ¡qué bien olía! El aroma a vainilla era tan agradable que me hubiera comido a mordiscos, pero estaba sin depilar, me falta un hervor (o dos) y Gaia no me obsequió con un cuerpo de repuesto.
Amigos de Cooliflower, buscar sustancia por sustancia es bastante pesado, por no decir coñazo, así que aquí dejamos un portentoso enlace al Environmental Working Group con su buscador de más de 69.000 productos. Escoge tus cosméticos favoritos y tómate un tila antes, por lo que pueda pasar.
Tras el salto, un dentista me regala un dentífrico blanqueador y quiero devolvérselo vía epíglotis.
Ocho de cada diez dentistas están en la parra. Entre productos inocuos encuentro:
Linalool: Genera alergias.
PEG-8: Grado de peligro 3-6 (medio). Puede ser tóxico para los órganos (no reproductores).
PEG-60: Similar al anterior, aunque se indica que no es seguro “en piel lesionada o dañada” (hablamos de un producto que se va a aplicar sobre las encías).
Titanium dioxide: Penetra poco en la piel pero es peligroso por inhalación. En algunos protectores solares alcanza un grado 7 de peligro. Es bioacumulativo y disruptor endocrino. Grado medio de peligro en crear alergias e inmunotoxicidad.
Limonene: ¡Y cómo podía pensar que un producto que está en la mitad de cremas y colonias y aúna “limón” y “nene”, podía ser malo! La Unión Europea, nada menos, lo clasifica como irritante. Es malo para piel, ojos y pulmones.