La Costa Brava es un destino precioso y muy cómodo para viajar con un bebé. Tiene playa, naturaleza, paisajes, pueblos llenos de encanto y un contraste entre el azul del Mediterráneo y el blanco de las casas y barcas marineras que te hacen soñar con volver de nuevo dentro de poco.
No podía haber elegido un destino mejor para viajar con mi hijo de 18 meses. Nos alojamos en Roses, un pueblo muy cómodo, bien comunicado, con una playa kilométrica y un paseo marítimo plagado de restaurantes, bares de tapas y tiendas. Un lugar turístico no tan masificado como otras zonas del Mediterráneo situadas más al sur y que se ha convertido en un lugar perfecto para las familias. Su preciosa bahía y su mar en calma la hacen perfecta para darse un baño o dedicarse a hacer castillos de arena. Quizá sea por eso que no dejan de verse por todos lados silletas y carritos o tripas de embarazadas.
Una zona de palmeras de la playa de Roses.
En Roses nos alojamos en el Hotel Mediterráneo, de cuatro estrellas. No está en primera línea de playa (está en Santa Margarida, la zona residencial, pero a tres minutos andando del mar) pero cuenta con una zona ajardinada y piscinas que ya lo quisieran el resto. El buffet es para hacer una mención aparte, nunca hemos probado una comida de tanta calidad y variada, es algo que todo el mundo destaca de este hotel. No es el más barato de Roses, hay opciones más económicas, pero dispone también de apartamentos (tres estrellas, en un edificio enfrente) que comparten la piscina y la comida. En la zona de Santa Margarida hay muchos apartamentos y un camping cercano. Otra opción es el Camping la Ballena Alegre, en San Pere de Pescador, más abajo, y en primera línea de playa.
Y desde Roses, dos destinos imprescindibles aparte de la ruta de museos del genial artista Salvador Dalí. El primero es el precioso pueblo marinero de Cadaqués, un lugar tan bonito que te hace querer pasar más de un día en él. Su acceso, a través de un puerto de montaña, es complicado y una vez allí, es mejor aparcar el coche en un parking público que está la entrada y callejar sin orden por el empedrado. Eso sí, es un lugar complicado para ir con silleta. Sí para pasear por el camino que rodea el mar, pero no para meterse por el Casco Antiguo, salpicado de tiendas de capazos de mimbre que se llevan vendiendo aquí años antes de que se pusieran de moda.
Vista de la bahía de Cadaqués.
La playa de Cadaqués es pequeña y de piedras.
Imagen de la playa de Portlligat, pegada a la Casa Museo de Salvador Dalí.
La segunda excursión muy recomendable, esta vez en el interior, es la visita al conjunto monumental de Peratallada, un pueblecito medieval en el Bajo Ampurdán y plagado de tiendas de artesanía, textil y regalos preciosas. Un lugar tranquilo y con menos turismo que Cadaqués pero perfecto para callejear una tarde y para comer o cenar en sus decenas de restaurantes.
Sin duda volveremos otro verano. ¿Cuál ha sido vuestra experiencia en el Ampurdán?