Hay un restaurante en Valencia, que tiene este plato como la especialidad de la casa: costillas caseras a la miel. El nombre del restaurante: La Carme. Por supuesto, está ubicado en pleno barrio del Carmen. Es uno de los restaurantes con más solera que aguanta el paso del tiempo. Espero poder hacerles una entrevista para recomendarlo efusivamente, como se merecen. En este restaurante no hay ni un solo plato que no esté rico. Lo sé, porque los he probado todos y me consta.
No intento de ninguna de las maneras emular su plato. Para mí, es sencillamente imposible. En primer lugar porque yo llego hasta donde llego (y a ese nivel, no me acerco ni de lejos) y en segundo, porque estas costillas son inimitables. Son una de sus especialidades y por supuesto tendrá su truco.
He probado otras muchas costillas caseras a la miel, tanto en casa de algún amigo, como en casas de comida para llevar… y todas son recetas diferentes, no hay dos iguales. Pero cuando escucho “costillas a la miel” no puedo evitar que mi pensamiento vaya directamente a La Carme.
Pese a que en este blog ya publiqué otra versión de costillas (costillas adobadas a la miel), que suelo hacer a menudo, hoy he preparado una receta diferente, porque quería que se deshicieran en la boca. Lo he coneguido, y os la ofrezco ahora. Me satisface bastante el resultado. No son aquellas otras del restaurante, por supuesto, pero para poder disfrutar en casa de unas buenas costillas, quedan más que dignas. Os invito a que las probéis.
Receta Costillas caseras a la miel
Según la forma tradicional
Ingredientes (para 2 personas)
4 costillas de cerdo enteras (que el carnicero les meta un par de golpes, casi dividiéndolas en 3 trozos cada una, para luego poder manipularlas mejor)
Aceite de Oliva Virgen Extra (AOVE)
2 dientes de ajo
2 zanahorias
1 cebolla
Sal
Pimienta negra en grano y molida
1 chorro generoso de brandy
2 cucharadas de miel
1 y 1/2 vaso de agua
Preparación
Pelamos los ajos. Reservamos.
Rociamos con el jugo de un limón la superficie de las costillas. Después, las salpimentamos y las embadurnamos con 1 cucharada de miel. Dejamos reposar así hasta que las usemos luego.
Pelamos las zanahorias y la cebolla. Cortamos la cebolla a gajos y la ponemos a pochar en una olla con un buen chorro de AOVE. Luego, cortamos las zanahorias a rodajas finas e incorporamos a la olla encima de la cebolla. Añadimos un poco de sal. Salteamos a fuego suave. Cuando veamos que la verdura está blandita (mínimo 15 minutos), subimos el fuego y sofreímos de un modo muy rápido las costillas, haciéndoles sitio entre la verdura. Solamente para cerrar el poro. Vuelta y vuelta. Volvemos a poner a fuego suave, sin sacar la carne.
Incorporamos los ajos enteros y la pimienta en grano. Le damos un mareo al conjunto y subimos de nuevo el fuego. Agregamos un buen chorro de brandy (como 1 vaso de tamaño vino). Esperamos un par de minutos, removiendo un poco. Mientras pasan los dos minutos necesarios para que el alcohol evapore, añadimos un par de cucharadas más de miel al conjunto. Bajamos el fuego y dejamos unos 5 minutos más, mientras la miel se integra con el resto de ingredientes. Enseguida, añadimos el agua y otro pellizco de sal.
Dejamos el fuego al mínimo (el más mínimo que tengamos en nuestra cocina) para que cueza todo durante 2 horas y media / 3 horas, con la olla tapada.
Cuando haya pasado el tiempo, comprobaremos la cocción de la carne. Las costillas -con total seguridad- después de ese tiempo, estarán jugosas y blandas. De paso, corregimos de sal. Listas (casi).
Precalentamos el horno a 180ºC.
Sacamos y reservamos las costillas en una fuente de horno. Trituramos a conciencia el resto de ingredientes que queda en la olla. La salsa resultante, la derramamos sobre las costillas.
Nota: En este punto, podemos reservar hasta que vayamos a servir (es decir, dejarlo hecho con horas de antelación, sin probelma). Así, solo será calentar al horno.Metemos la fuente al horno durante 15 minutos.
Ahora sí! A devorar!
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