Cuentan en la excepcional serie de documentales de Ken Burns que una noche el siempre inquieto John Hammond, aburrido y cansado de escuchar la misma música de siempre, salió de un ballroom y se metió en su coche. Seguidamente sintonizó en el dial una emisora de Kansas City, en la que escuchó algo que le dejó perplejo: una banda de swing que sonaba distinta a todo lo que había escuchado antes. Era Count Basie.
Como es bien sabido, el Jazz nació en New Orleans, Chicago se convirtió poco después en la capital de ese nuevo tipo de música (sobre todo cuando Armstrong se marchó de la ciudad más grande de Louisiana para reunirse con su mentor e ídolo King Olivier en la 'ciudad del viento'), y más tarde Nueva York acogió en su seno a todas las Big Bands que pretendían ser más o menos importantes. Pero, ¿Kansas City? Count Basie no era el único músico en la escena de esa ciudad, pero sí era el mejor. Y lo que fue más importante para Hammond, su banda no era un previsible y redundante grupo de jazzmen siguiendo las pautas de todo lo que se había inventado años atrás.
Hammond no se lo pensó un momento y se fue a Kansas City para conocer a Basie; quedó tan encantado que se decidió a hacer una estrella de él y se lo presentó a toda la gente influyente de la prensa y de sellos discográficos. Count Basie abandonó seguidamente Kansas City, actuando en ciudades como Chicago, Boston y Nueva York.
Lo que encontramos en esta caja son las grabaciones que realizó para la Decca entre 1937 y 1939 y recopila 63 clásicos, en los que se puede apreciar perfectamente lo que Hammond entendió por ‘diferente’. Durante esos tres años, Basie también grabó para Columbia, pero casi todos los temas legendarios y que interpretaría hasta su muerte en 1984, están aquí: 'Jumpin’ at the Woodside', 'One O’Clock Jump', 'Blue and Sentimental' y memorables versiones de standards americanos compuestos por Gershwin, Porter, Rodgers & Hart…
Nada podía fallar teniendo en cuenta los músicos que formaban parte de la orquesta de Basie: el batería Jo Jones, el trompetista Buck Clayton, el propio Count al piano y, por supuesto, Lester Young marcando diferencias tocando su saxofón como nadie lo había hecho desde la partida de Coleman Hawkins de la banda de Fletcher Henderson. Lester compaginó su trabajo en la banda de Basie con sus colaboraciones en el pequeño grupo de músicos que Hammond preparó para acompañar a Billie Holiday, tal y como comentabamos en la reseña del anterior disco.
Sólo Count Basie y Duke Ellington fueron capaces de seguir girando por Estados Unidos una vez que el swing dejó de hacerse popular. A finales de la Segunda Guerra Mundial, nadie iba a los lujosos salones de Nueva York a bailar con el frenético ritmo que había definido los años 30. América se había convertido en la primera potencia económica, la gente no necesitaba evadirse de la depresión económica ni del racionamiento impuesto durante la guerra y cientos de bandas de swing se quedaron sin trabajo. Pero el enemigo también estaba en casa: el be-bop causaría, casi sin proponérselo, auténticos estragos en el jazz más clásico como veremos más adelante.