Muchas veces usamos dos conceptos que son capitales para poder definir y analizar con propiedad las relaciones humanas y, con ellas, la Economía, la coyuntura y la estructura. Se trata de dos términos que muchas veces se complementan y otras veces son usados sin el suficiente rigor; así pues, muchas veces podemos oír que tal cosa está “coyunturalmente” en tal situación o que tal problema es “estructural“.
La RAE define la estructura como la “distribución de las partes del cuerpo o de otra cosa“; buena definición pero bastante general. Si nos queremos entender qué es estructura económica, podríamos leer la siguiente cita de Marx, “la totalidad de esas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad“. Es decir, que la estructura se refiere a la composición de la economía, básicamente a las relaciones fundamentales que se dan entre los diferentes agentes económicos; en pocas palabras, a cómo y en base a qué se mueve y funciona una economía determinada.
El otro concepto, la coyuntura, se refiere a la manifestación en un momento puntual de la estructura; esto quiere decir que la situación de una u otra economía puede ser en un momento dado (coyunturalmente) la que sea, pero ello no indica que la estructura de tal economía sea la más adecuada. En pocas palabras, una coyuntura positiva no implica necesariamente que la estructura sea la más indicada, hasta la estructura más pésima puede tener momentos buenos si se dan las condiciones adecuadas para ello.
La Economía española ha estado en los últimos tiempos basada estructuralmente en varios pilares de los que destacaría dos muy importantes, unos es la construcción y el otro el turismo. La crisis se ha cebado en gran manera en nuestro país debido a la gran dependencia del sector constructor, sólo hay que ver qué ha pasado en los últimos tiempos con el parón en este sector, altísimo incremento del paro en todo el país y especialmente en las zonas más dependientes de la construcción, entre muchos otros indeseables efectos. Ahora bien, siempre nos quedaba el consuelo de que el turismo, otro de los pilares fundamentales de nuestra economía, funcionaba muy bien y es cierto que este sector durante la crisis no ha ido del todo mal.
Nuestro país es, como es sabido, uno de los destinos turísticos más importantes. Desde hace unos años, coincidiendo con el auge de la crisis de la construcción, se ha podido observar una gran subida en el número de turistas de origen ruso, en parte debido a la mejora de su economía y en parte a la bajada de los precios de los transportes aéreos. Hoy en día se puede afirmar que el turismo de origen ruso constituye una fuente de ingresos excepcional y que se debe mantener a toda costa, se trata generalmente de turistas que desean conocer más allá del típico “sol y playa” y, por ello, que vienen con ganas de descansar, conocer, pasárselo bien y…gastar.
No obstante, en los últimos días hemos podido leer informaciones al respecto de la crisis que está azotando a Rusia y del peligro real de alta inflación de ronda por allá, peligro tan evidente que en Rusia muchos productos han debido ser retirados de mercado para poder actualizar sus precios, pues se habla de subidas de precios del orden del veinte por ciento. De allá a una devaluación del rublo sólo hay un paso y, en consecuencia, no es difícil imaginar qué pasará con el número de visitantes rusos si estos, de repente, ven bajado su poder adquisitivo en un veinte por ciento y, encima, consiguen muchos menos euros por sus rublos que ahora, seguramente dejarán de viajar. Da pavor.
Por tanto, si tenemos en cuenta que los problemas de nuestra economía son estructurales, y que no parece ser que se estén dando pasos decididos en el sentido de variar tal estructura económica, personalmente me cuestiono qué puede pasar con los tímidos síntomas actuales de principio de recuperación económica si al fallo de la construcción se sumara una bajada fuerte del turismo. En una estructura deficiente a veces se producen coyunturas positivas, como el auge del turismo ruso, pero también se pueden producir coyunturas negativas, como la situación actual que se vive en Rusia, aunque el problema estructural de fondo continuará existiendo; mientras éste no sea atajado de manera eficaz y valiente, se continuarán sucediendo coyunturas mejores o peores, pero el problema persistirá. En mi opinión urgen políticas que lleven a una reforma estructural sostenida y a largo plazo de nuestra economía y a dejar de confiar en coyunturas positivas. Nos va mucho en ello.
Jordi Mulé
Economista C.E.C, núm. 13147