El hobby singular se convierte en motor narrativo de la crónica de amistad entre estos dos periodistas veteranos. Cada partido dispara recuerdos de juventud y comentarios avezados sobre un juego cuyas reglas hacen de separadores (así como los antecedentes profesionales de quienes se destacan en la cancha: el pícaro Bordavere o los hermanos Amarilla por ejemplo).
Casabé y Dieleke contagian afecto por Berruti y Serra y, por carácter transitivo, por un tipo de porteño que ambos representan. Los protagonistas comparten anécdotas que nos remiten a una Buenos Aires en vías de extinción (si no desapareció ya) y al ejercicio de un periodismo casi mítico.
Algunos espectadores considerarán innecesario el episodio, evidentemente guionado, de la competencia argentino-brasileña. Otros lo entendemos afín al retrato de nuestra idiosincrasia capitalina y futbolera.
Cracks de nácar entretiene por su efectiva mezcla de sentido del humor, admiración y sensibilidad. Cuesta mantener a raya la ilusión de alguna aparición -o al menos mención- de Carlos Morelli en una película que Berruti (co)protagoniza gran parte del tiempo con un vermucito en mano. Pero el fútbol de botones admite sólo una dupla posible: con Serra.