Así como en derecho hablamos de presunción de inocencia o de buena fe, en filosofía hay una presunción de razonabilidad. De esta manera, todo lo que no sea lógicamente contradictorio debe tenerse por razonable y por posible a priori. Luego, si se pretende que hay contradicción, quien la alega debe mostrarla.
En nada repugna a la razón el que una acción no física pueda dar lugar a un fenómeno físico. Ciertamente debe sostenerse que lo no físico no puede convertirse en físico, ya que eso supondría una destrucción de su naturaleza primera y un impedimento absoluto a vincularla con su naturaleza segunda. Pero cuando dicha naturaleza primera subsiste y genera algo completamente disímil a sí misma ¿por qué debería ser inasumible? Basta con que no sea contradictorio para que pueda aceptarse. No es contradictorio que la vida produzca la muerte. Tampoco lo es, entonces, el que lo espiritual produzca la materia y lo atemporal el tiempo.
Presuponer a Dios como creador del mundo no nos obliga a soslayar ningún sinsentido ni a digerir piadosamente crasos paralogismos, como creen o quieren hacernos creer algunos pseudofilósofos. Desde un prisma neutral una acción es la relación entre un estado y otro en términos de producción: A produce B. Por tanto, no resulta autoevidente el que toda acción implique temporalidad. Sólo la acción física implica tal cosa, y que todas las acciones sean físicas es precisamente lo que el materialista debe demostrar.
La relación temporal es una relación ordinal. El tiempo es una especie de orden que conlleva multiplicidad y sucesión. Es obvio que la multiplicidad resulta común a todo orden, ya que lo singular no necesita ordenarse. Pero la sucesión o el movimiento no entran en el mínimo común denominador de la noción de orden. De manera que un sistema puede estar ordenado en función de cualquier criterio y ciertas partes preceder a otras en él sin involucrar a la temporalidad en ningún extremo.
En el acto de crear el mundo se crea materia, y es propio de la materia permanecer en movimiento. De este modo, habiendo movimiento, hay tiempo desde el momento en que algo es creado. Pero no es el acto de crear el que exige tiempo, sino el resultado de éste.
Infiérese a partir de esto que la Creación implica multiplicidad, no sucesión. Para que haya sucesión debe haber tiempo en ambos estados, y es evidente que no lo hay antes de la creación del tiempo. Luego no hay tiempo en el estado previo y, por tanto, tampoco hay sucesión entre éste y el estado posterior.
Así pues, conviene distinguir entre la acción y su resultado. La acción de matar produce la muerte, pero ella misma no está muerta ni tiene una "referencia mortal". El asesino, que está vivo, mata a determinado individuo que también lo está. Lo mata porque estaba vivo, y cuando muere deja de matarlo. Por consiguiente, es obvio que la muerte (el resultado de la acción) y el asesinar (la acción propiamente dicha) no se han encontrado jamás en el orden lógico, aunque se hayan sucedido en el orden temporal.
Pues bien, en el caso de la Creación sucede justo al revés que en el ejemplo del asesino: el Creador y lo creado no se encuentran en el orden temporal, pero están vinculados por un orden lógico. Un orden no sometido a las leyes físicas, las cuales son creadas en virtud del mismo.