El día lunes fue un postre, uno que me gusta mucho. Tres leches de café, pero como ella también comería, ordenamos el de vainilla, lo especial de esto es que de uno comimos las dos. No es porque sea tacaña. Sino por el gesto de enseñarle a compartir. A sentarse en una mesa en un lugar público y disfrutar ese momento conmigo, su madre.
Quisiera crear muchas costumbres, pero poco a poco. Por ahora ésa me gustó y salió de la nada. Que es lo mejor de la espontaneidad humana. Que lo que no planeas, sale mucho mejor.
Era una tarde demasiado calurosa, aproximadamente las 3:00pm o 4:00pm si no me equivoco, ella estaba impecable, recién la había cambiado, después de su baño del medio día. Yo también estaba con mi "chacha" limpia. Habíamos terminado de almorzar. Nos habíamos puesto nuestra ropita limpia y nos encaminamos a pasear por las calles como dos compañeritas de la mano. Justo pasamos por una panadería donde compro y he probado absolutamente todos sus postres porque así soy un poco apasionada como dice mi madre. Me decidí a entrar con Maria Gracia y empezar a crear esta hermosa tradición.
..."Señorita, buenas tardes... por favor quiero tres leches y dos cucharitas... "
Mientras alistaban nuestro postre nosotras nos fuimos a sentar, ella muy obediente se sentó y hasta le gustó estar sentada en una silla para "grande", la señorita llegó con el postre y en seguida su mirada y su manito que me llevaba a la cucharita me dio a entender que quería probarla primero y antes que yo.
Cogí la cucharita. Le saqué una porción razonable entre su pequeña boquita y el tiempo que se demoraría en masticar todo. Una mezcla de las 2 capas, del biscocho con la crema chantilly y un toque de canela que le ponen encima.
..." Uhmmmmm..." Dijo ella, y le pregunté: ¿Te gustó? y como ya aprendió a asentir con la cabecita: la movió convencida de que quería que le dé otra porción generosa. Se la di como recompensa de que casi lloro cuando hizo ese sonido. No lloré porque estaba en público, porque sino lo haría. Creánme.
Ese pequeño instante que pasamos comiendo y disfrutando del postre, le conversaba y le decía que me alegraba mucho que se haya sentado tranquila y paciente a esperar su porción. Como es de esperar de todos los niños o algunos en su mayoría de la edad de Maria Gracia. Me tomó la mano e hizo como queriendo bajar de la silla. La bajé, y se iba corriendo de adentro afuera de la panadería. Sólo estábamos las dos. Así que no había ningún problema.
Nuestra aventura y amena caminata terminó instalándonos en el parque que queda a la vuelta de la casa.
Ella feliz corriendo hacia los perritos, y riendo con esa risa coqueta y de felicidad. De satisfacción. De que ya es libre para correr y hacer lo que más le gusta: jugar.
Yo satisfecha y contenta de haber compartido un momento tan lindo y tan único con ella, con mi bebé. Así será siempre. Si ella me lo permite, claro.
De más está decir que luego del parque llegó su respectiva siesta (para ella).
Fue un día muy lindo que hasta me relajó. Lo importante es que ella también está involucrándose. Hoy saldremos de nuevo.
Y tú ¿Quieres crear alguna costumbre con tu(s) hijo(s)?