Existen dos tipos de artistas en función el púbico al que se dirigen: los que crean teniendo en mente a un público (emprendedores) y los que crean exclusivamente para sí mismos (pensadores).
Los "emprendedores" tienen mucha iniciativa a nivel profesional, son comunicativos y activos y, por tanto, suelen triunfar mucho más en vida que los "pensadores", que al dedicar su vida a experimentar con el arte por el puro placer de crear y no comunicarlo, acaban malviviendo o trabajando en algo alejado del arte para poder ganarse la vida. Es curioso cómo muchos "pensadores" se han convertido en auténticas leyendas del arte, gracias a que tras su muerte, algún amigo o familiar con iniciativa comercial, decidió sacar a la luz sus obras. Si no, éstas hubieran muerto con muchos de ellos y nos hubieran negado el placer de disfrutarlas a los demás.
¿Es mejor crear teniendo en mente a un público o para uno mismo? No hay una opción mejor o peor que otra. Ambas pueden ser maravillosas si el artista es consciente de su tendencia y la equilibra. Y también, pueden ser desastrosas si el artista se niega a evolucionar y lleva al extremo su tendencia.
Los artistas "emprendedores" son aquellos que mantienen vivo el arte a diario. Sin ellos, estaríamos estancados en los artistas del pasado, esperando a que algún genio muriera para descubrirle. Ellos inspiran y motivan a otros a crear. Ellos son el motor del arte. El problema viene cuando obsesionados por agradar al público, se acomodan en sus "recetas" que saben que funcionan y matan la creatividad, perdiendo esa autenticidad y esa frescura que les caracterizaba.
Los artistas "pensadores" suelen revolucionar el arte hasta el punto de seguir siendo novedosos décadas después de haber fallecido. Dedican su vida a experimentar con el arte para lograr expresarse de forma auténtica con él. El problema viene cuando se encierran tanto en sí mismos, que acaban transformado sus obras en auténticos vómitos emocionales que intoxican a cualquiera que los vea. Y en ese caso, mejor que nunca salgan a la luz sus obras...
Párate unos segundos y reflexiona acerca de cómo has creado a lo largo de tu vida. Sé sincero contigo mismo, el engaño no ayuda a ser más creativo ni a tener más éxito.
Si tu tendencia general ha sido la de crear teniendo en mente al púbico que lo va a recibir, ¡enhorabuena, eres un artista emprendedor!. Si por el contrario, nunca has pensado en mostrar tu arte y te deleitas en el proceso creativo como forma de autoexpresión, ¡enhorabuena, eres un artista pensador!.
¿Y cómo llegamos al término medio? Siguiendo los siguientes pasos:
- Crea a diario por el puro placer de crear. Diviértete, juega, inventa, cambia, revuelve, rompe, construye, experimente...
- Conecta con tus emociones y deja que tu corazón guíe tus creaciones. Déjale hablar y permítele que se exprese con voz propia.
- Organiza tus creaciones. No lo tengas todo desordenado, organiza tus creaciones por temas, estilos o técnicas y juega a conectarlas entre ellas. De este modo, se irán convirtiendo en las piezas de un puzzle que darán lugar a una gran obra de arte.
- Profundiza en aquellas obras que pueden aportar más valor al público. ¿Cómo puede tu arte ayudar a los demás? Piensa en cómo puedes tocar el corazón del público con tu arte y cómo puedes comunicarlo mejor: una exposición, un libro, una obra de teatro, un festival, una performance...
- Sé valiente y comienza a descartar sin miedo aquellas piezas del puzzle que tienen menos calidad. Una cadena es tan fuerte como su eslabón más débil y en el arte ocurre lo mismo. No tengas miedo a perder por rechazar las obras más flojas, estará ganando fuerza el conjunto.
- Sal de la cueva y muestra tu arte. No lo guardes en un cajón para que se llene de polvo, ni esperes a tener la obra perfecta, porque nunca la tendrás. Si algún día lograras hacer "La Obra Perfecta", ese día moriría tu creatividad porque ya no podrías mejorar nunca más. Así que lánzate y comunica tu arte.
¡Diviértete mostrando al mundo tu arte imperfecto que sale del corazón! Un fuerte abrazo!!!