Tal vez por esa característica de ausencia de esfuerzo, el hábito siempre ha tenido una connotación negativa, razona.
En lugar de dar por descontado que somos criaturas de hábitos incambiables, podemos dirigir nuestro propio cambio conscientemente desarrollando nuevos hábitos. En realidad, cuantas más cosas nuevas intentamos -o sea cuanto más nos alejamos de nuestra zona de comodidad - más creativos nos volvemos, tanto en el trabajo como en nuestra vida personal.
Pero no es necesario matar los hábitos viejos; una vez que esos senderos trillados, que esos procedimientos están incrustados en el hipocampo, allí se quedan. En cambio, a los hábitos nuevos los incrustamos deliberadamente para crear sendas paralelas que sorteen las viejas rutas.
Rae-Dupree cita a Dawana Markova, autora de " The Open Mind " (La mente abierta) quien dice que "la primera cosa que necesita la innovación es fascinación y curiosidad". Markova, quien además es consultora sobre cambio ejecutivo en "Professional Thinking Partners", agrega que, en cambio, nos enseñan a decidir. Y decidir es matar todas las posibilidades excepto una. Un pensador innovador es aquel que siempre explora las muchas otras posibilidades, sostiene.
Todos nosotros abordamos los problemas en formas de las cuales somos totalmente inconscientes. A finales de los años 60 la ciencia descubrió que los humanos nacen con la capacidad de hacer frente a desafíos de cuatro formas principales: analítica, procesal, relacional (o colaboracional) e innovadora. Pero en la pubertad el cerebro cierra la mitad de esa capacidad, preservando sólo aquellos modos de pensamiento que parecieron más valiosos durante la primera década de la vida.
La actual importancia que se da a los tests estandarizados resalta análisis y procedimiento, lo cual significa que pocos de nosotros usamos nuestros modos colaboracionales e innovadores de pensar. "Decir que todos podemos hacer cualquier cosa", dice M.J. Ryan, socia de Markova, "es una mentira que los norteamericanos hemos perpetuado, y que además siembra mediocridad. "Saber cuáles son las cosas en las que somos buenos y hacer más de eso, crea excelencia".
Y aquí es donde entra la importancia de desarrollar nuevos hábitos. Cuando una persona piensa en forma analítica o procesal, aprende en formas diferentes de quien es inherentemente un innovador o colaborador. "Yo busco alguien que me enseñe cuando quiero aprender algo nuevo o desarrollar un hábito nuevo," dice Ryan. "Otra gente lee un libro sobre el tema o se anota en un curso. Si usted tiene un camino de aprendizaje, úselo porque le va a resultar más fácil que crear un camino totalmente nuevo en su cerebro."
Ryan y Markova identifican tres zonas de la existencia: comodidad, estiramiento y estrés. La comodidad es el terreno del hábito existente. El estrés ocurre cuando un desafío está tan alejado de la experiencia actual que se presenta como algo abrumador. Es en la zona del estiramiento en el medio - actividades que parecen un poco difíciles y poco familiares - donde ocurre el verdadero cambio.
"Cada vez que iniciamos un cambio, aunque sea uno positivo, activamos el miedo en nuestro cerebro emocional," dice Ryan en el libro. "Si el miedo es demasiado grande, la respuesta es huir y abandonar eso que intentábamos hacer. Son los pequeños pasos (los de la técnica japonesa llamada kaizen) los que nos mantienen en el esfuerzo y con los que accedemos a nuestra creatividad."
Fuente http://manuelgross.bligoo.com/content/view/193378/Creatividad-e-innovacion-a-partir-de-los-viejos-habitos.html#content-top