Creer, crear, lograr es el título del libro (ya en su séptima edición, de junio de 2016, con más de veintisiete mil ejemplares vendidos) de este escritor de éxito, emprendedor y conferenciante cuyo blog triple www.alexrovira.com os recomiendo sobremanera. Un libro que es como un ciprés, un bello ejemplar de raíz fuerte, fundamentada en el suelo de la vida, objetiva, pero que se eleva al cielo de manera espiritual pero no dogmática, flexible, poderosa, ilusionante, tendente a las estrellas… En un buen ejemplar el tamaño de las raíces suele ser el doble del de la copa. Desde lo alto de este ciprés (y no cabe duda que este libro os proporcionará una altura de miras impresionante) se podría aplicar aquella frase (a propósito de otra de Ortega y Gaset) tan profunda de otro músico, Erik Satie. “Aprended a ver a lo lejos, a lo lejísimos”. Luego os hablo más de este ciprés.
Álex es una persona cultivada, que hizo hincapié en el turno de preguntas sobre la importancia de la creatividad (la cultura -defendiendo la eliminación ya del gravamen excesivo que estamos sufriendo-, el arte -propugnando la música como elemento esencial para la creatividad como motor de futuro económico de nuestro país, elemento que parece que no han escuchado ni entendido quienes tienen en su mano poner ese granito de arena que pesa toneladas-...). Como no podía ser menos, entiende de interpretación pianística: al final pude comprobarlo en una agradable y empática conversación con él, reconociendo una versión de una obra de Bach (Gould) y quiso hacerme el lindo regalo de recomendarme una intérprete francesa. Hablamos de Anne Quéffelecq, a quien pasamos a escuchar con atención:
-no vivir el error como mácula, sino como fuente de aprendizaje constante,
-confianza: confiar es creer para crear para alcanzar, realizar, lograr,
-visualización, hay que creerlo para crearlo, del pensamiento a la acción, de la idea que siembra realización,
-perseverancia, resiliencia,
-voluntad: querer es poder,
-ensayar con alegría y tesón, disfrutando del camino,
-humildad como cumplimiento del deber, nos pone en contacto con lo esencial, frente al éxito mal entendido (“droga-pozo sin fondo”)
La música, por tanto, tenía que estar muy presente (directa o indirectamente, para los lectores sagaces) y traigo a colación un párrafo en el que cita unas palabras del insigne guitarrista Paco de Lucía: “me propuse ser el mejor, el más grande, por eso metía doce horas diarias a la guitarra desde los siete años: por pobre, por necesidad. Para mí la pobreza no fue un obstáculo, sino un estímulo. Ya con la tripa llena fui consciente de que la música me gustaba por sí misma. Yo no he perseguido nada, sólo he disfrutado de lo que ha venido a mi encuentro. Si ansías algo y no lo logras, te frustras. Prefiero sacarle jugo a lo que sucede, a lo que va llegándome. ¡Y así tengo ya más de lo que jamás soñé de niño! Pedir más sería codicia”. O la entrañable anécdota de un concierto del gran violinista Itzahak Perlman (páginas 140 a 142) de la que se aprende a investigar todo lo que se puede hacer con lo que se tenga.
Buscar lo mejor de sí es un premio, un buceo en uno mismo necesario, un proyecto ineludible en aras de extender el bien hacia tu entorno. En el libro encontrarás un viaje por la elección de las actitudes, la oportunidad de vivir, la felicidad, la confianza, el poder del querer, la responsabilidad, el propósito, el sentido, la humildad, la gratitud, la longanimidad (grandeza y constancia de ánimo en la adversidad), el criterio, el cambio, la acción, el coraje, y un innumerable etcétera, aderezado además con citas maravillosas y varios textos muy inspiradores que ilustran su discurso.
¿Qué imagen ha dejado en mí la lectura de Creer, crear, lograr? Un libro bello y bueno. Te dejará un regusto en tu mente positivo, una foto mental como la de ese ciprés que comentaba al principio, alto, erguido, y con posibilidad de fluir, adaptativo al mismo tiempo que enraizado (casi como la imagen del rubato de Chopin según Liszt, el acompañamiento firme cual raíz, la melodía flexible, cual hojas al viento):
C I P R E S
la ese abajo, la cé arriba; la ese será la suerte, pero lo importante está arriba. Voy a desgranar lo que para mí significaría cada letra de este árbol-acróstico, una especie de guía sintética personal de principios para la vida, unas ideas a practicar constantemente para atraer todo lo bueno y bello posible, pequeño resumen que os quiero compartir en forma mini-poética, casi un haiku:
C onstancia I nteligencias P asión R elacionar-se E mocionar-se S uerte
Al final la suerte no es causal, es la recogida del fruto de una labor seminal diaria. Cultivando el ciprés (la manera de ver el mundo) siembra uno su buena suerte. Por eso siempre he pensado que soy un hombre afortunado. Realmente mi suerte es como la de cualquiera, sólo que estoy atento a observar lo positivo a mi alrededor, la lotería me toca a diario muchas veces (figuradamente:), es decir, en los continuos pequeños detalles que me otorgan el premio gordo de la felicidad en los momentos presentes.
En la dedicatoria dejó plasmado: "luz, alegría y amor." Quiero corresponder a su buen deseo con mis augurios de: "paz, belleza y armonía". Gracias, Álex, por tu generosidad al enseñarnos tanto y con tanta conciencia y bondad.